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Adios, Marisca – Por Miguel González Santos

   

No quería que te fueras tan en silencio, Marisca. Tú que has sido siempre el referente de la tertulia en tu estudio de pintura, en la que se debatía sobre cultura; sobre lo divino y sobre lo humano. También tuve el privilegio de contar con tu afinada opinión siempre que te requerí en cuanto programa de Televisión Española tuve responsabilidad y el placer de compartir contigo. No solo eras maestra del pincel sino de la palabra sincera. Por eso te rifaban todos los medios de comunicación ,en los que fuiste asidua colaboradora hasta tus últimos días. Esos postreros días en los que el designio de los dioses nos permitieron también compartir charlas de café. Por eso me extrañó tanto tras nuestro último encuentro tu voz extrañamente cansina al otro lado del teléfono. Me confesaste no estar en el mejor momento para alegrías, pero quedamos en vernos. Lamentablemente, no fue así y aún debe estar tu contestador con mi ofrecimiento para acompañarte. Imagínate el shock, cuando en el mismo Casino donde nos veíamos siempre que podíamos, al abrir el periódico, me enteré de tu silenciosa partida. Sin tiempo para despedirte de tus amigos que, solos ahora, tanto te echamos de menos. Tú que eras la risa personificada, que siempre nos ponías en contacto, te marchaste ahora callada y sin previo aviso. A una verdadera amiga no se la deja marchar así. Por eso, ineludiblemente, te acompañamos en tu despedida en la iglesia de San José. Junto a tu estudio y tu casa, la que siempre recordaremos también como la casa de la hospitalidad y la amistad de una artista y amiga genial. Ciao, bambina.