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La última>

El agravio de Bravo – por Jorge Bethencourt

   

Es el día de San Crispín y Bravo arenga a sus tropas antes de la batalla contra los chicharreros, “porque aquel que hoy vierta su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea”. Habla sobre el atril del Club Náutico de Las Palmas en un acto que no es del PP, ni del Cabildo. “Este es un acto de Bravo de Laguna”, dice Bravo terciarizándose en singular mayestático. Ya se lo dijo a Moisés, en el Sinaí, la zarza ardiente: “yo soy el que soy”. “Nos ha jodido aquí el Ortega”, pensó el profeta que era muy mal hablado y estaba bastante quemado, como Bravo, por el tema del secarral. Pero es que los elegidos hablan así. De forma críptica y ajena de sí mismo. El Bravo enajenado es un tipo muy listo. Sabe que si concurre a las elecciones con el programa del Partido Popular de Canarias le van a dejar la cara como la etiqueta del anís del mono. Así que lleva toda la legislatura marcando distancias con la isla por bandera. Y ahora, que se aproxima el paroxismo, Bravohearth se yergue en toda su portentosa estatura victimista para denunciar la infamia perpetrada contra Gran Canaria. En lo que parece el acto que inaugura su campaña, Bravo no ha dejado ninguna tecla sin tocar del piano del pleito insular. Habló con tono encendido hasta del robo de imágenes de Gran Canaria para la promoción turística de Tenerife, que como no tiene playas, siempre que quiere venderse por Europa termina echando mano de las dunas de Maspalomas para atraer al incauto guiri hacia los toniques y riscos del Sur de la isla picuda. Menudos son, los jodidos chicharreros. Bravo es un crack, un clásico que sabe con qué combustible funciona el motor del populismo canario. Y ahora está llenando el tanque.