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El cohete y la pluma – Por José Miguel González Hernández

   

Suena a título de cuento infantil, pero el tema a tratar será algo más tedioso porque intentaremos escribir, para variar, sobre economía. Que la zona euro está amenazada por estancamientos de sus principales locomotoras que ponen en riesgo la tan ansiada recuperación es un hecho. No obstante, hay determinadas circunstancias que pudieran convertirse en un salvavidas temporal con el que se pueda sobrellevar la situación. El primer invitado a la fiesta viene vestido de euro y presenta una continua y duradera depreciación frente al dólar. Dicha depreciación abarata exportaciones en moneda diferente al euro, tanto en bienes como en servicios, lo que pudiera equilibrar la pérdida de dinamismo del sector, ganando competitividad aunque sea sobre la base de un comportamiento monetario y no de mejora en la excelencia. No obstante, da una ventaja natural que pudiera convertirse en un instrumento de atracción de inversiones externas. Por eso, el razonamiento que hay que defender es que “cuanto menos se gasten para venir, más se invierte estando aquí”. Claro está que, el otro lado de la moneda (nunca mejor dicho), es que se incrementa el coste de las importaciones, pudiéndose apostar por una paulatina sustitución de consumo de bienes y servicios del exterior por productos nacionales, aportando mejoras a la hora de generar superávit comercial.

Como consecuencia directa, hace su aparición la evolución en forma de abrupta caída del precio del barril de petróleo, debido a la puesta en el mercado de excedentes y a la falta de reacción de la economía mundial, desde los 115,06 dólares de junio, para luego caer prácticamente un 40% a día de hoy. Este hecho, dada la dependencia energética tanto de España como de Canarias, rebajará la factura, tanto para las empresas como para los particulares, siempre y cuando, claro está, dicho descenso se traslade al precio final de consumo, el cual sólo ha tenido un ajuste a la baja del 3,5%. Moraleja: “subir, a toda prisa. Para bajar, hay que tener paciencia”. Es cierto que, desde el punto de vista tributario, a lo mejor las noticias no son tan buenas, pero si atendemos a que la caída del precio que podría originar un incremento en la elasticidad en el consumo, los impuestos indirectos del mismo podrían tener una virtud compensatoria.

La tercera pata es la, ya no tan temida, prima de riesgo. Baja y no para de bajar debido a las acciones activas llevadas a cabo por parte del Banco Central Europeo en cuestión de seguridad de reembolso y, por qué no decirlo, al incremento de la demanda de bonos que, automáticamente, hace caer su rentabilidad a cambio de un menor riesgo, lo que ocasiona un alivio continuado sobre los costes de financiación, debido a que la iniciativa privada tendrá como incentivo acudir al mercado de bonos, tanto desde la perspectiva de la emisión, como desde las posibilidades de refinanciación. En definitiva, el cohete sube deprisa, la pluma tarda en caer, aunque puede que el cohete se caiga y un viento haga elevar la pluma. Claro está que, en el caso de los precios se ve claro, pero en el de los salarios no tanto. Con todo esto se puede ser macroeconómicamente optimista, pero con muchísimas reservas en el ámbito de lo cotidiano. El tener un empleo temporal (al menos el papel dice eso aunque luego le “echas” todas las horas que hagan falta) con una retribución que ronda los setecientos euros de media para prácticamente la mitad de las personas asalariaras, no parece que sea lo más adecuado con lo que se pueda empujar. Cierto es que siempre se puede estar peor, pero que no nos lo vendan como si ya estuviéramos bien. Y que conste que todo esto se nos presenta para que los déficits públicos no se disparen. Es decir, podemos estar estamos ante un panorama en donde hay promesas electorales que se espera que puedan ser financiadas, con el peligro que ello conlleva. Así que, a temblar toca, no vaya a ser que reviente el cohete y nos caigan los trozos sobre nuestras cabezas.

*ECONOMISTA