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FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES

El pueblo rinde pleitesía a la patrona de la Isla Bonita

   

Un instante de la procesión de la patrona alrededor del templo. | ACFI PRESS

JOSÉ G. RODRÍGUEZ ESCUDERO | Santa Cruz de La Palma

El Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves, en Santa Cruz de La Palma, se convirtió ayer en el destino y punto de encuentro de cientos de fieles que, llegados desde todos los rincónes de la Isla Bonita, quisieron rendir pleitesía a su amada Patrona en la festividad de su onomástica.

El suntuoso templo, que relucía con sus mejores galas, quedó pequeño para albergar a todos feligreses que lo abarrotaron durante las dieciséis misas solemnes que se sucedieron desde la tarde de la víspera hasta la noche de ayer. El bello recinto sacro –al que se le ha concedido la Medalla de Oro de La Palma el 14 de enero de 2011- abrió sus puertas a las seis de la mañana para permitir la entrada a numerosos visitantes que aguardaban ya en la plaza. No querían faltar a la cita anual con su “Negrita”.

Los peregrinos continuaron llegando paulatinamente. Muchos lo hacían a pie por el barranco, por los caminos reales, por la carretera…como se hacía antaño…

La misa mayor tuvo lugar a las 12:00 horas, en la que se realizó la ofrenda de las parroquias de la capital palmera. Fue presidida por el Obispo Nivariense, el palmero Bernardo Álvarez. Asistió todo el clero insular, así como el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero y la presidenta del Cabildo, Guadalupe González Taño, además de otras autoridades autonómicas, insulares y locales. La parte musical corrió a cargo de la añorada Masa Coral de La Palma, que ya sólo se reúne para dignificar este emotivo acto mariano.

Al término de las solemnidades intramuros, aproximadamente a la una del mediodía, la Virgen –imagen mariana más antigua y que más riquezas atesora de Canarias- salió en procesión en torno al templo. A los aplausos y las lágrimas, se unieron los sones de la Marcha Real, el repique de campanas y los cañonazos del Morro, una lluvia de voladores y los “vivas” a la Virgen… La emoción era palpable.

Independiente del grado de religiosidad de cada cual, nadie pudo quedar impasible ante esta tradicional, solemne y emotiva escena.

En aquel instante se recuerda de forma especial a los que estaban y ya no están…Se trata de una ocasión excepcional para apreciar de cerca a la antiquísima y sagrada imagen durante la cual recibe la veneración directa y especial de su pueblo. Numerosas personas –de todos los tamaños y edades, ideologías y sexos- se arremolinaban en torno a sus valiosas e históricas andas para poder cargarla durante unos instantes y así dar cumplimiento a una promesa; otras para besarle el enjoyado manto o el baldaquino de plata y hacerle una petición; muchos para agradecer los favores recibidos. El vestido elegido para esta ocasión es del siglo XVIII, y está confeccionado en plata, oro y tisú. Fue usado en la Coronación Canónica.