A contracorriente > Claudio Utrera

Que una producción tan original, arriesgada y a contracorriente como Blackthorn, cocida, como los buenos caldos, al calor de un lento y primoroso proceso de elaboración, haya sido nominada nada menos que para once candidaturas a los premios Goya no debería sorprender a nadie, como tampoco nos ha extrañado que su excelencia artística no haya tenido su fiel correlato en las taquillas españolas desde que iniciara su carrera comercial el pasado mes de julio pues, ya se sabe, no corren tiempos especialmente favorables para quienes se empeñan en mantener alzada la bandera de la creatividad frente a las servidumbres mercantiles que, cada vez con mayor impunidad y empeño, impone la lógica de mercado. De ahí que, aún con su escasa repercusión comercial -ya veremos si su anunciado reestreno tras las nominaciones logra enderezar su carrera-, la película se haya posicionado como uno de los títulos españoles más destacados de la temporada y que sus imágenes, provistas de una belleza absolutamente inédita en el cine nacional, se hayan quedado fijadas en nuestras retinas como una huella visual luminosa e indeleble, libres de cualquier tentación simplificadora.

Todas las películas que se disputan este año el Goya son, sin duda alguna, sobresalientes, pero hay algo especial en Blackthorn que la distingue de sus ilustres competidoras y que, a mi juicio, la convierte en un punto y aparte dentro del cine español: su condición de obra incatalogable, de obra que esquiva sin titubeos cualquier caída en el convencionalismo o en los diktat de la moda para sumergirse en las procelosas aguas de la mitología cinematográfica e imponer una nueva y reveladora mirada sobre los personajes y las situaciones que han contribuido a generarla a través de los años. A pesar de tratarse de un western en toda regla, que no renuncia a las convenciones del género ni elude en ningún momento situaciones congénitas, como muchas de las que protagoniza el héroe del filme, el duro e imperturbable Butch Cassidy que encarna Sam Shepard, o su antagonista, el pícaro ingeniero español interpretado por Eduardo Noriega, Blackthorn muestra la frescura de un producto perfectamente destilado, con guiños inteligentes para cualquier buen amante del cine, una experiencia, en resumidas cuentas, que renueva nuestra irremediable pasión por el séptimo arte en un momento histórico particularmente crítico para su futura supervivencia.

*Director del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria