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Ya era hora > Alfonso González Jerez

Qué decepción. Un montón de gafapastas estarán decepcionados, a buen seguro, por la reforma laboral aprobada por el Consejo de Ministros. Imagino que los amigos de Nada es Gratis se encuentran a punto de suicidarse. Y el centenar de egregios economistas que planteaban como medida central el contrato único deben estar corriendo como los lemmings para arrojarse por el acantilado más cercano. Para la derecha académica e intelectual la reforma no es tal porque apenas incide realmente en la estructura básica del mercado laboral español y apenas remoza, con ligeros cambios, un sistema dual entre contratos indefinidos y contratos temporales que se les antoja particularmente rígido, inflexible y claramente desincentivador del empleo en estos tiempos. Pero las organizaciones empresariales no opinan lo mismo. Quizás lo que se ha aprobado reúne dos condiciones básicas: se trata, efectivamente, de una reforma laboral que no tiene carácter estructural, pero a la vez una reforma que pulveriza los derechos de los empleados. Observen:

1) Si te lo montas bien, y te las arreglas para que la contabilidad de la empresa registre o prevea pérdidas durante tres trimestres, el despido improcedente se limitará a 20 días por año durante un máximo de doce meses. No está mal.

2) En el caso de las pymes puedes echar a los jóvenes durante su primer año de contrato sin explicaciones ni indemnización ni leches, agua va, muchacho, espabila que el mundo es así.

3) A los menores de treinta años -ya se sabe, la lucha contra el desempleo juvenil es prioritaria- podrás mantenerlo cobrando el 75% del salario mínimo interprofesional hasta seis años encadenando, como quien hace calceta, contratos formativos.

4) Libertad casi irrestricta para aumentar las horas extras en los contratos temporales por causas organizativas. Por las horas extras, por cierto, se cotizará un 40% menos que por las horas contratadas.

5) Si no existe acuerdo entre la empresa y los trabajadores en la negociación del convenio en el plazo de dos años, el convenio queda automáticamente derogado y la empresa podrá dictar a su albedrío horarios, jornadas, salarios, movilidad. No se reconoce ningún mecanismo de arbitraje. Dentro de cuatro años será más difícil encontrar un convenio en una empresa que un trilobite tomando una caña.

6) Los expedientes para una regulación de empleo no necesitarán de mucha más extensión que una hojilla de papel de fumar. Y serán admitidos instantáneamente.

Yo comprendo, de veras, a los intelectuales y catedráticos que murmuran orteguianamente que “no es esto, no es esto”. Los ideólogos de la derecha pueden sentirse decepcionados. La derecha económica, en cambio, tiene el corazón henchido de alegría. Ya era hora de volver a 1930.