a babor >

Cautela sindical > Francisco Pomares

Miles de personas se movilizaron ayer en toda España, convocados por los sindicatos, contra la reforma laboral decretada por el Gobierno Rajoy. En Canarias, los datos, como siempre, son poco precisos y muy cambiantes, dependiendo de las fuentes. Podría hablarse de unas cinco mil personas en Santa Cruz de Tenerife, y quizá algo menos en Las Palmas, pero yo en Gran Canaria no estuve, o sea que escribo de oídas… En las islas pudo más, pues, la resaca del Carnaval: en Santa Cruz había más gente disfrazada volviendo a sus casas que trabajadores conscientes en las calles.

Lo cierto es que esta convocatoria, realizada con extrema cautela para medir fuerzas, ha vuelto a demostrar la escasa capacidad de movilización de los sindicatos. Cinco mil personas pueden parecer muchas teniendo en cuenta lo que es tradicional por estos pagos, pero sigue siendo una parte mínima de la población en activo. Puede que ésa sea hoy, en medio de esta crisis, la tónica general en todo el país. Quizá Mariano Rajoy se equivocó al vaticinar en una conversación en Bruselas que la reforma le costaría una huelga general. Era razonable que lo pensara: la última convocatoria de una movilización sindical fue aquel paro nacional del 29 de septiembre de 2010, organizado por los sindicatos contra la moderada reforma laboral de Zapatero. Con aquel antecedente, era lógico que Rajoy esperara una respuesta igual de contundente, sobre todo si se compara una reforma y la otra, los derechos a los que afectó la de Zapatero, y lo que va a significar ésta.

Pero los sindicatos están en otras cuentas: ellos saben que el seguimiento de aquel paro de 2010, a pesar de haber sido presentado como un éxito, sin que el Gobierno Zapatero les llevara la contraria, fue seguido por apenas el veinte por ciento de los trabajadores españoles, un verdadero fracaso de respuesta. Las movilizaciones de ayer demuestran que la tónica no ha cambiado mucho desde entonces, a pesar de la gravedad de la crisis y de la brutalidad de las medidas de la reforma: este país no está para alegrías, la crisis ha logrado meter el miedo en el cuerpo de los empleados, que a lo que aspiran es a seguir siéndolo, y hoy la prioridad es el trabajo y no los derechos. El ambiente general es de desmovilización, y en ese ambiente, el fracaso en la convocatoria de una huelga general sería un verdadero desastre para los sindicatos y provocaría reacciones políticas y recortes laborales de mayor calado por parte de una derecha que cuenta con una abultada mayoría parlamentaria y con un largo ciclo de gobierno por delante.

Hacen bien los sindicatos en actuar con cautela.