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Papanatismo > María Vacas Sentís

En lugar de hablar del último atentado gubernativo, o del reconocido deterioro de nuestros servicios públicos, analizar cada disposición retrógrada disfrazada de modernidad con la que nos taladran derechos arañados en luchas sociales; prefiero, ya que, toda reglamentación, reestructuración, ley o recorte, forma parte de un mismo corpus mortífero teórico-práctico, intentar entender los procedimientos alicortos de la clase política, servidora papanatas de los intereses económicos de unos pocos; diseccionar el desvío moral de los gobiernos contra los pueblos; el peligroso proceso de deslegitimación de unas instituciones sin proyecto, ni norte, vaciadas del argumento del interés público, de la felicidad y el bienestar de las mayorías.

Para el filósofo Edgar Morin, la clase política se contenta con informes de expertos, estadísticas y sondeos. Ya no tiene pensamiento, ni cultura. Se halla en grado cero. Ignora las ciencias humanas. Y al igual que la lechuza huye del sol, la clase política rehuye cualquier pensamiento que pueda iluminar los caminos del bien común. Privada de pensamiento, la política va a remolque de la economía, sin salirse -añado- de la calentita corriente del pensamiento único. Los políticos se conforman con mal-gestionar a corto plazo, sin buscar soluciones globales, dejando a la intemperie al ser humano. Escasea el pensamiento complejo, hasta articular todo un sistema de vida sobre criterios enajenados, como el crecimiento económico, la competencia, la desregulación, y el rigor, sacrificando a los más débiles y minando lo público. Se aplican políticas irracionales, como resultado de observar la realidad con orejeras y de extraer conclusiones técnico-científicas erradas, evocando con una carcajada amarga ese enchufe mal conectado que hizo creer a los científicos durante meses que los neutrinos superaban la velocidad de la luz, y que Einstein se había equivocado.

Un ejemplo: asistimos a procesos inflacionistas de las deudas soberanas de varios países europeos, producto de la especulación de los mercados financieros, ya que los bancos prestan a los Estados a elevado interés, mayor que el interés con que el Banco Central les presta a ellos. Pero, entonces, ¿por qué la misma Europa que asfixia a los pueblos con sus exigencias de austeridad, no hace posible que el Banco Central Europeo preste directamente a los Estados miembros? Ni siquiera habría que modificar los tratados europeos, ya que los préstamos podrían ser gestionados a través de organismos públicos y organizaciones internacionales de crédito, como proponen, entre otros, el ex primer ministro francés, Michele Rocard, y el economista Pierre Larrouturou. Y sobre todo, ¿por qué tan lógica demanda no figura en las agendas políticas de los grandes partidos? ¿Por ignorancia, comodidad, dejación, interés? ¿Por qué lo máximo que alcanzan a pedir nuestros alicortos representantes es la flexibilización de los plazos en el cumplimiento de las cifras del déficit?

Posiblemente si rastreáramos cuarto a cuarto, despacho a despacho, cerebro a cerebro, hallaríamos un gigantesco enchufe mal conectado desde hace décadas, del cual mana un caudal de axiomas y datos sesgados, un vómito de falsedades con rango de dogma de fe a beneficio de unos pocos, un enchufe del que no nacerá la luz, porque solo aporta infelicidad y tinieblas.

mvacsen@hotmail.com