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Reforma antisindical > Juan Henríquez

Empezaré aludiendo a mi querido y estimado Leopoldo Fernández, sin acritud, y con toda mi consideración: te has pasado dos pueblos aplaudiendo la reforma laboral. Sobre todo, porque para defender tus argumentos, no deberías de recurrir a los insultos y descalificaciones, muy en línea con el verdadero objetivo de esta reforma laboral conservadora: cargarse a los sindicatos, y por consiguiente, amputar la defensa y lucha de la clase trabajadora. Estoy de acuerdo contigo en que no hay que demonizar a los empresarios, ni tildarlos de malvados y explotadores; lo que sí hay que decir, y no omitir, es que son los máximos responsables de que este país, llamado España, esté embargado. Podríamos debatir largo y tendido, y ojalá tenga que darte la razón de que esta reforma va a permitir que 5,3 millones de personas que quieren trabajar lo hagan, pero sabes que no es así, que el estrangulamiento de la economía no es culpa de los trabajadores, son otros los causantes de que se destruya empleo y caigan cómo moscas las empresas.

No entiendo nada, y menos esta precipitación de Rajoy en aprobar una reforma laboral que, según los expertos, no servirá para crear empleo, más bien, para facilitar que se siga destruyendo, y en consecuencia, que se incrementen los parados. De otra parte, hay un consenso general en torno a que mientras no fluya el crédito bancario seguirá destruyéndose tejido empresarial, y por lo tanto, la economía empeorará. Ante estas dos máximas, dice Rajoy que no le tiembla el pulso para tomar medidas; claro, contra los más débiles (la clase trabajadora), mientras que es un cobarde para enfrentarse a los poderosos banqueros y grandes fortunas.

¿Y éstos son los que se comprometieron a gobernar por igual para todos los españoles? Otra de las mentiras a las que nos tienen acostumbrados.

No tengo ninguna duda que detrás de esta reforma laboral está el ala ultraconservadora del PP, los que vienen luchando por exterminar a los sindicatos de clase, o, de igual manera, los que quieren cargarse a los representantes de los trabajadores en las empresas, cuyo poder queda reducido a la expresión mínima, y testimonial. Porque una cosa es disminuir a la baja las condiciones contractuales de los trabajadores mediante el decretazo rajoniano, y, otra muy distinta, conceder todo el poder a los empresarios para que de manera unilateral puedan despedir, distribuir la jornada laboral, bajar salarios, operar en la movilidad funcional, descolgarse de los convenios colectivos sectoriales, y un largo etcétera que, en definitiva, anula el Estatuto de los Trabajadores.

En mi larga y dilatada experiencia sindical, jamás se hizo tanto daño a los derechos adquiridos de la clase trabajadora, cómo los que se derivan de esta reforma laboral. Ni los propios empresarios llegaron tan lejos en sus demandas en las mesas de negociación con los sindicatos. Rajoy está jugando con fuego, y pisoteando la dignidad de la clase trabajadora, desde una actitud fascista y prepotente. La lucha está en la calle con fuerza, y bajo la consigna de: ¡Huelga General, ya!

juanguanche@telefonica.net