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Soy adicto > Jorge Bethencourt

El otro día dejé el teléfono móvil en mi casa (en la casa de mi banco, realmente). Durante todo el día estuve como si me faltara un miembro importante del cuerpo. Es el síndrome del brazo fantasma que sufren los que han padecido alguna amputación. Intentas mover algo que no esta ahí, pero que tu cerebro te sugiere que debe estar. Así que cada vez que oía sonar una melodía parecida a la de mi teléfono, me echaba la mano al bolsillo buscando lo que no estaba.

Hemos desarrollado una dependencia patológica del maldito móvil. Cuando te sientas con algunos amigos para tomar algo, el espectáculo suele ser que alguien se pone a hablar mientras los demás teclean mensajes en el whatsapp, sms, facebook o twitter. A veces, incluso, todos los miembros de una reunión están en la fanea de comunicarse con el móvil con gente que no está presente, con lo que la escena es de un pavoroso silencio, cabezas inclinadas y ruido de tics en el teclado.

Cuando alguien te ha llamado y no le has contestado (porque no tenías cobertura o tenías el teléfono apagado) te lo reprocha como si tu obligación fuera tener el teléfono encendido todo el día y pegado a la oreja. Y te ves dando excusas que el otro, naturalmente, no se cree. “Es que te llamé varias veces”. Joder. ¿Y qué? ¿Quién ha dicho que deba tener encendido y dispuesto todo el maldito día el maldito chisme?

Me he propuesto empezar un proceso de desintoxicación del móvil. Hola, me llamo Jorge, soy adicto y hace una semana que tengo el móvil apagado. Hubo una época en que no teníamos esos artefactos y sin embargo quedábamos con los amigos, salíamos de copas, sabíamos las novedades en la vida de casi todos los conocidos. Hoy es más fácil saber los resultados del congreso del PSOE, pero ya no tenemos ni idea de lo que pasa en el entorno de los colegas. Tenemos acceso a demasiada información y la mayor parte de ella es absolutamente irrelevante.

Es probable que sin el móvil y sin google seamos menos listos, porque no podremos buscar, disimulando debajo de la mesa, que la toma de la Bastilla (lo del asalto a la cárcel, no la seducción de Belén Esteban) fue en 1789. Así tal vez aprenderemos a hablar sólo de lo que sabemos. Va a ser un mundo más aburrido. Maravilloso.

Twitter @JLBethencourt