mirada propia >

Wislawa Szymborska > María Vacas Sentís

A raíz de la muerte de la poeta polaca Wislawa Szymborska, dedico parte de este nublado sábado a rebuscar entre mis libros para rescatarla un instante del olvido. Recuerdo haber comprado dos de sus obras; posiblemente asesorada en La Isla por Julieta, amiga y gran conocedora de mi completo desinterés por el barroquismo y la complejidad formal. Pronto encuentro el poemario Aquí, pero descubro con horror que no aparece Instante, el primero que leí de esta polaca genial, y que me gustaba incluso más que el anterior. Y por fin me siento a hojear y luego a escribir, alejando la hora del almuerzo.

Hay un poema Del montón, que me gusta especialmente, y del que extraigo algunos versos: “Soy la que soy, / casualidad inconcebible / como todas las casualidades. / Otros antepasados / podrían haber sido los míos / y yo habría abandonado / otro nido, / o me habría arrastrado cubierta de escamas/de debajo de algún árbol. / En el vestuario de la naturaleza / hay muchos trajes. / Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte. / (…) / Yo tampoco he elegido, / pero no me quejo. / Pude haber sido alguien / mucho menos personal. / Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre, / partícula del paisaje sacudido por el viento. (…) / El destino hasta ahora, / ha sido benévolo conmigo. / Pudo no haberme sido dado / recordar buenos momentos. (…) / Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera, / lo que habría significado / ser alguien totalmente diferente”. Sorprenderse siempre, tomar distancia; el principio de la filosofía y de su poesía.

En estos días tras su muerte, críticos y admiradores hablan de la sencillez, la sinceridad, el sentido del humor y la ironía de Szymborska. Y ese posicionamiento de espectadora de la vida en su deslizar cotidiano, sagaz observadora del teatrillo del absurdo del que brevemente formamos parte, como obra coral con variados argumentos y personajes, o tragicomedia de único final. Porque Szymborska mantenía un alejamiento de los acontecimientos compatible con la alegría de vivir más radical, con el compromiso esplendoroso con la existencia; con un optimismo teñido de lúcida conciencia de la caducidad, teniendo presente que la muerte y la enfermedad son compañeras de viaje inevitables, fatigosas cargas imposibles de lanzar al vacío, y a las que tarde o temprano hay que encarar. Porque ahí estarán siempre, precediendo o cerrando momentos mágicos y también cómodas rutinas.

Szymborska entendió y supo transmitir el milagro de vivir, aventura limitada por la que daba las gracias cada día a su esforzado corazón. Y en su poema: “Sobre la muerte, sin exagerar” nos recuerda que siempre, aun cercados por la muerte, hay un momento esperanzado en el que escapamos misteriosamente de su poder, una fotografía que atrapa nuestra felicidad, algo que sobrevive: “En los huevos laten corazones. / Crecen los esqueletos de los recién nacidos. / Las semillas se visten con sus primeras hojas / y a veces también con árboles en el horizonte. / Quien afirma que es todopoderosa / es, él mismo, prueba viviente / de que, de todopoderosa, nada. / No existe vida/que, aun por un instante, / no sea inmortal. / La muerte / siempre llega con ese instante de retraso. / En vano golpea con la aldaba/en la puerta invisible. / Lo ya vivido / no se lo puede llevar”. Permanece siempre.

mvacsen@hotmail.com