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La lucha por no dejar salir del lodo > Manuel Iglesias

En el mundo político se ha anclado una idea que se toma como verdad incontestable, de que “las elecciones no las gana la oposición sino que las pierde el Gobierno”, de manera que, consecuentemente, el principio fundamental desde el lado no gobernante es oponerse a todo como esquema político básico y no colaborar en nada.

No es necesariamente porque se tenga un real desacuerdo interno con las acciones que se proponen, sino porque si el fin fundamental es que ese Gobierno, el que sea, pierda las elecciones por desgastarlo, el sistema obvio es dinamitarlo constantemente y no ayudarlo nunca.

Ocurre ahora con el PSOE, CC y el Gobierno de Mariano Rajoy, pero es que sucedió antes con el PP y el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, u otros casos.

Más allá de que no se puede estar siempre de acuerdo en todo, resulta imposible creer que tampoco se puede estar nunca de acuerdo en nada, y así llevamos mucho tiempo, metidos en este pantanal en el que unos tiran para un lado y otros para el contrario, quizás no por el convencimiento de que esa es la mejor forma del salir del fango, pero si como manera de que el otro esté cada vez más embarrado… aunque con él lo sea también un gran número de ciudadanos que lo que esperan son soluciones.

Para enturbiar más las cosas, a esto se añade la consolidación de una dinámica pública cuyo mensaje es que la mejor manera de debilitar al otro o llamar la atención y conseguir casi la totalidad de las cuestiones que se demandan, pasa por saltarse la vía institucional e instalar la dinámica de la fuerza en las calles o el grito.

Se contribuye así a un mayor deterioro del equilibrio en el intercambio democrático de las ideas y el respeto a la opinión del otro, ante la evidencia de una presión callejera (muchas veces acompañada de violencia) o mediática, que distorsiona el debate en busca de la síntesis, para querer imponer el pensamiento propio y único sobre el ajeno.

Esa búsqueda del desgaste no es un problema ideológico, porque lo hemos visto a la derecha y a la izquierda, por lo tanto hay que situarlo más en una mentalidad social y especialmente en el ámbito político, que tiene su raíz malvada en esa consideración de que no se llega a la victoria por ser mejor u ofrecer algo mejor, sino por el machaqueo del adversario.

Pero o cambiamos el chip para huir de una política en la que todo debe ser enfrentamiento, o no saldremos de la crisis, ni con socialistas, ni con populares, ni con nacionalistas. Seguiremos en el cieno económico dando bandazos de un lado a otro, cada uno tirando a trompicones por distintos lugares, para evitar que un posible triunfo se lo apunte otro.

Aquí la victoria real es que el otro pierda. Y, claro, así nunca llegamos juntos hasta la puerta para salir del lodazal.