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La otra cara > José Miguel González Hernández

Alemania sigue siendo el país más beneficiado a escala mundial del proceso de globalización, gracias a su especialización productiva y a su competitividad internacional. La participación del sector industrial en su PIB se ha mantenido alta y estable a lo largo de los últimos quince años. De igual modo, la productividad basada en una mejora constante de sus costes laborales unitarios, gracias a la estrategia de los sindicatos (obligatorios, todo sea dicho de paso) de preservar empleo frente al salario.

Aun así, sus costes laborales unitarios son los terceros más elevados de Europa. El proceso de mejora constante de la competitividad la ha llevado a situarse en el quinto lugar, de 139 naciones, del listado fijado por el World Economic Forum. En el año 2000 se situaba en el decimoquinto lugar. En la mejora ha jugado un papel esencial la innovación, multiplicando por 10 el número de registros patentados respecto a España.ç
Está claro que Alemania posee una alta exposición al crecimiento mundial a través de la exportación, que ha pasado de suponer el 24% del PIB alemán en 1995 al 46% en la actualidad. Este hecho les lleva a obtener un solvente superávit comercial, el tercero del mundo, sólo por detrás de China y Japón. En el extremo opuesto se encuentran Estados Unidos y España, desde la perspectiva de la especialización productiva y la división del trabajo que lleva a subcontratar a terceros países todo aquello que se puede producir de modo más eficiente que en la propia Alemania. De igual modo, se caracteriza por el bajo endeudamiento de particulares y empresas, que se ha mantenido a lo largo de la última década. De igual modo, se asiste a una acumulación de líderes mundiales en sus respectivas áreas de negocio. Un predominio que se manifiesta también a nivel subsector. Esta ha sido la manera de implantar su modelo de negocio en su área de influencia. Pero como nota que la distingue respecto a la afección de la crisis de índole inmobiliario y financiera actual, es la estabilidad en el precio de la vivienda, condición indispensable para la estabilidad económica. Al no haber participado de las burbujas que se gestaron en otros estados europeos, ni los propietarios tienen la incertidumbre sobre el valor de sus activos ni la actividad de construcción está tan frenada como en aquellos. Otra cosa, claro está, es la exposición de los balances de sus bancos a la deuda hipotecaria de otros países como, por ejemplo, España. Pero no es oro todo lo que reluce. También se ha multiplicado por tres el grupo de empleados con salarios más bajos. La Organización Internacional del Trabajo ha criticado recientemente la política alemana de competitividad salarial, y los datos de la OCDE reflejan que en Alemania los contratos con salarios bajos son el 20% de los trabajos a tiempo completo, frente al 8% en Italia y al 13,5% en Grecia. La solución laboral alemana, basada de manera principal en el auge de los contratos con bajos salarios, está creando una nueva clase social que cae en situaciones de precariedad, que está expuesto una exclusión económica y cultural permanente, mostrando riesgos a medio plazo. De momento, en Alemania uno de cada cinco empleos que se crea es un denominado minijob, donde los sueldos máximos son de 400 euros al mes libres de impuestos, siendo ya el 20% de la población la que vive con sueldos bajos. De igual modo, la misma crisis de la deuda soberana de determinados países facilita a Alemania endeudarse a un coste que se acerca a cero. No es oro todo lo que reluce. Hay mucho trabajo y esfuerzo, pero también precarización y eso, tarde o temprano, se notará.

José Miguel González Hernández es Director del Gabinete Técnico de CC.OO. en Canarias