El Rey de España, Juan Carlos I (yo, lo del don se lo he quitado hoy definitivamente) se ha convertido en el mejor embajador de las conmemoraciones del 14 de abril. Republicanos de pro andan como locos por el incalculable favor que el nieto de Alfonso XIII le ha hecho a la causa con su cadera rota. A mí, que el Jefe del Estado (casi nada) se caiga y tenga que ser intervenido en un hospital me la trae poco más o menos que al pairo, pero las circunstancias han hecho que mi escaso interés por abolir la monarquía patria sea ya parte del pasado. Me declaro, ahora, activo republicano. Y no lo hago porque crea que es una institución anacrónica o porque no le vea utilidad a la Casa Real o porque estime que el sistema político funcionaría mejor sin reyes, príncipes, reinas y princesas; no. Lo hago por la foto dada a conocer hoy. La gran foto de tres animales (biológicamente hablando); dos de ellos humanos bien orgullosos rifle en mano y un tercero muerto, apoyando su enorme cuerpo sobre un árbol en una postura grotesca y que hace más indigno su final.  Uno de los seres con escopeta es el Rey de España, miembro e, incluso, presidente de varias sociedades y organizaciones encargadas de proteger la vida salvaje de este maltrecho mundo. Por ello, considero que mi (es un hecho legal más que emocional) Rey es, encima, un demagogo de tomo y lomo, una persona que con su cadera rota me importa hoy un poco menos. Me preocupa más el elefante que está detrás de una foto que quedará para la historia reciente de nuestro país, estado, nación o como quieran llamar a este trozo de tierra de la que es jefe este animal racional.