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Un nuevo impuesto de 20 euros > Luis Alemany

La humilde súplica de Rajoy a todos los pensionistas españoles para que acepten pagar parcialmente las medicinas, aunque tengan derecho a la absoluta gratuidad, desde la jubilación, tiene mucho de mendiga rumana sentada en el suelo de la plaza de La Paz, trabajándose las ocho horas de su jornada laboral, hasta que su yerno la venga a buscar al mediodía en un Mercedes para ir a casa a almorzar; de tal manera que no sabría muy bien uno si calificar tal súplica de desfachatez, tomadura de pelo o anticonstitucionalidad -tal vez todo junto notoriamente superlativizado-, al solicitar sacrificios heroicos (porque, en las actuales circunstancias, veinte euros al mes lo son) a un colectivo (que ya no produce: por lo tanto despreciable) que ha pagado largamente -durante años y años- sus impuestos, con los que se han sufragado -y se siguen sufragando- los emolumentos de la clase política del país, en la que este plañidero solicitante se inscribe.

La indignación resulta insuficiente para expresar el sentimiento que produce esta miserable petición presidencial a un amplio colectivo social, al que pertenece quien esto firma arriba, el cual -para no buscar ejemplos más lejanos- después de haber cotizado durante veintiún años cobra tan sólo una pensión de 61,87 euros mensuales, procedente de los dos años trabajados en Francia, porque la Seguridad Social española me ha denegado la pensión mínima, y todavía duda acerca de conceder la pensión no contributiva, porque uno cobra los libros y artículos que escribe; algo que resulta muy difícil de comprender, porque docenas de compañeros y alumnos jubilados de la docencia, cobran la pensión máxima, y cada vez que publican un libro o dan una conferencia los cobran sin detrimento de su correcta, lícita y regular mensualidad.

Resulta lamentablemente claro que un gobierno que desatiende la Sanidad y la Educación (las dos alarmantes restricciones económicas con las que se enfrenta el presidente Paulino Primero en el Archipiélago) está condenado al fracaso, como ha ocurrido -de manera evidente- con éste de Mariano Rajoy, que ha fracasado rotundamente en todos los ámbitos (internacional, europeo, nacional y autonómico), casi antes de comenzar una andadura de apenas cuatro meses: lo angustioso es imaginar el retroceso en el que puede quedar sumido este país después de los cuarenta y cuatro meses restantes de legislatura: en el caso de que entonces todavía quede país.