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Viajes > Francisco Pomares

Por lo visto, lo de Dívar en Marbella no fue excepcional. El hombre también se montó el mismo tipo de viajes privados a Fuerteventura, donde acudió con el paquete completo -coche oficial, hotel de lujo, escolta- a pasar la Nochevieja de 2010. En medio de las medidas de austeridad, los recortes y los ajustes, cuando a los funcionarios se les rebaja el sueldo y a los inspectores se les retira el kilometraje y tienen que pagar los desplazamientos de su bolsillo, esto de los viajes hay que mirárselo más, porque comienza a apestar un poco, aunque al Consejo General del Poder Judicial le parezca baladí. Aquí en Canarias acaba de saberse que en medio de la crisis, el presidente Rivero sigue instalado en viejas formas de megalomanía insostenibles. Acaba de trascender que se hizo acompañar de dieciocho altos cargos en su reciente viaje a Marruecos, para reunirse con el rey Mohamed VI y ponerle al corriente de que Canarias está en contra de las prospecciones petrolíferas. La verdad es que para lo que sirvió el viaje -un acto de propaganda política pagado con dinero de los contribuyentes- Rivero podía haber mandado un telegrama y nos habríamos ahorrado un pastón. No es que yo crea que el presidente no puede salir de casa -también tiene el hombre derecho a evadirse de vez en cuando- pero montarse una comitiva de 18 altos cargos parece un exceso impropio hasta para un Borbón en trance de caza mayor. Rivero suma a lo de Marruecos un viaje al cono Sur latinoamericano -al parecer para abrir camino a los empresarios canarios-, en la que repitió la faena: en total, entre Marruecos y Uruguay, y según los datos facilitados por el propio Gobierno, el presidente se gastó 53.000 euros. A los que habría que sumar una tendencia un tanto impropia (para los tiempos que corren) al uso del helicóptero en los desplazamientos, cuya frecuencia y coste ya circula por la red. O los salutíferos mediomaratones mañaneros, en los que Rivero se hace seguir -al trote- de escolta en zapatillas de deporte que pagamos entre todos.

Ocurre que esta región ha sido tradicionalmente muy tolerante con los dispendios de sus mandamases: los funcionarios que tramitan viajes y expedientes de comidas y reuniones han sido discretos, y los medios canarios tradicionalmente han tenido más sensibilidad con los escándalos en otras latitudes que con los cercanos. Pero ocurre que en tiempos de vacas flacas el Gobierno de las personas debería ser incompatible con séquitos reales y escoltas para todo. Los funcionarios están muy enfadados. Aquí ya nadie tapa las vergüenzas de nadie.