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Austeridad y crecimiento > Fernando Fernández

La indigencia actual de la izquierda en términos ideológicos es de tal magnitud que toma como propio el triunfo de Hollande en Francia. ¡Ay, Hollande!, ya verán lo que da de si. Causa sonrojo la súbita hollandemanía de nuestra izquierda. Fomenta un debate artificial entre políticas de austeridad y de estímulos al crecimiento, un falso debate porque austeridad no es antónimo de crecimiento sino de despilfarro. Austeridad y crecimiento no solo son compatibles sino necesarios en la coyuntura actual. Es un debate trucado porque utiliza con demagógica los conceptos para desgastar a los gobiernos que proponen austeridad, que hoy son todos, independientemente de su signo político. ¿O no fue austeridad lo que pretendió Zapatero en sus últimos años, cuando tuvo la soga al cuello, y lo que hizo en el Reino Unido Gordon Brown? Critican desde la oposición lo que hicieron mientras gobernaron. Otra cosa es que lo hayan hecho mal o peor.

Indro Montanelli escribió con tanta brillantez como sarcasmo que, desde Pericles, las izquierdas de todo pelaje son maestras en el arte de la demagogia. La izquierda europea se apropió la paternidad de las políticas keynesianas, cuando el mismo Keynes fue un liberal y sus recetas económicas fueron ensayadas con desigual éxito por gobiernos conservadores y liberales. Igual que se atribuyen la paternidad del llamado estado del bienestar, concepto que surge en la Europa de posguerra cuando los americanos, temerosos de la influencia soviética, fomentan una síntesis entre el reformismo socialdemócrata, la democracia cristiana y algunas élites conservadoras ilustradas. Estado del bienestar que bebió en las fuentes del new deal de Roosevelt, a quien sería excesivo considerar socialista, y del que ya había hablado desde un arzobispo de Canterbury hasta el mismo Bismark durante el II Reich. Cierto es que no todos lo entienden igual a uno y otro lado del arco ideológico, dicho con todos los matices necesarios según de que estado de bienestar hablemos. No es igual el modelo escandinavo que el mediterráneo, por citar solo un ejemplo. El llamado estado del bienestar se asienta sobre cinco pilares. Educación y sanidad, públicas y universales; pensiones, servicios sociales y servicios públicos eficientes. El debate actual debería centrarse en si el mantenimiento de estos pilares puede ser garantizado hoy por los estados, en un mundo de economía globalizada y en crisis. La socialdemocracia europea, por ahora, no tiene respuesta para esas cinco cuestiones y mientras no la tenga, no saldrá de su propia crisis. Sobre ello existe una vasta bibliografía. Hace 3 años, El País promovió un interesante debate sobre la sostenibilidad del estado de bienestar y los expertos consultados para responder a la cuestión hicieron 100 propuestas concretas. El diario de Prisa concluía que “el Estado del bienestar está en peligro” y que “sin cambios, el sistema morirá”.

Una última cuestión, no menor por cierto. ¿Dónde está la pasta para financiar esos estímulos al crecimiento? No parece que Hollande tenga en Francia una economía saneada para hacerlo y los llamados a promover ese supuesto “Plan Marshall”, es decir, los alemanes, no abrirán el grifo del dinero sin antes ajustar los déficits fiscales de todos, como ellos ya hicieron. Lo tienen grabado en el ADN de sus cromosomas. Ni la CDU de Merkel ni los socialdemócratas parecen proclives a ello y conviene recordar que la actual política de austeridad alemana se fraguó con un gobierno de gran coalición entre ambos partidos.