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El Caso 132 > Luis Aguilera

Interesante, muy interesante -dijo Holmes, apartando la pipa de su mordida y aguzando la vista sobre la pantalla del televisor como si quisiera desentrañarle un dato revelador.

-Veo lo que dice el locutor -comentó Watson-. Es un scrash al candidato del PRI, armado con aviesa intención por parte de los que se tienen como enemigos y no como rivales. Que parezcan estudiantes es una obviedad. Para un acto en una universidad, no iban a contratar saboteadores disfrazados de clérigos o peones.

-Mi querido doctor -respondió Holmes-, observe usted atentamente el lenguaje corporal de los que gritan. Vea usted la ira en sus ojos, el gesto de disgusto, la fuerza en alto de los brazos. Parece gente que rechaza genuinamente la presencia de joven político. Si no son estudiantes, son magníficos actores.

-Pero yo le creo a Televisa. Es un medio serio, quizás el más importante de este México lindo y querido.

-Esa es mi sospecha, Watson. ¿Sabe usted que este candidato Peña Nieto está casado con una pariente de los propietarios de este holding?

-Primera noticia… Lo cual no prueba que lo mostrado sea mentira.

-Inteligente deducción. Pero toda acción tiene su causa y toda causa su indicio. ¿Trajo usted su portátil? Echemos un vistazo al internet, Watson. Hoy todo está en la dichosa red. Y mi teoría es que estamos en el comienzo de que todo acontecimiento público tendrá un testigo y ese testigo podrá difundir sin censuras su verdad. Si me permite, yo lo denomino “la comunicación de los testigos”.

-¿Está insinuando que los medios ya no podrán…?

-Exacto. Por fin se va aplicar en periodismo la ley del peso y el contrapeso y así se sabrá cuándo es información y cuándo propaganda.
-Explíquese sir Holmes…

-Es un viejo axioma, amigo mío. Muy anterior al confuso profesor McLuhan. La información ni adjetiva ni es parcial Cuando lo hace intenta crear opinión y no conocimiento. Y esa manipulación ya es propaganda.

-Sucede en todas partes…

-Cierto. Pero no distraigamos la atención de nuestro caso. ¿Ha encontrado usted algo?

-Hay varias entradas con el epígrafe Somos el 132.

-Curiosa presentación. Deduzco por su originalidad que es intelecto de estudiantes.

El seco y espigado Sherlock y su obeso acompañante soportaron con estoicismo colonial inglés a los 131 chicos que, dando nombre y apellido y mostrando cada uno el carnet de estudiante de la Iberoamericana, pedían que se les identificara entre los presentes en el tumulto de la protesta. Al final dijo Watson, paladeando un último sorbo de té:

-Para ser estudiantes no han contando bien. He registrado 131 y no 132.

-This is the question, mi ilustre galeno – dijo Holmes-. El 132 en realidad es una unidad más, pero formada por 25 mil chicos y más de mil ya es movimiento.

-¿Otro? ¿Otro más?

-En efecto. Y me parece que hay otro fenómeno muy interesante. No sólo hemos entrado en la era de la “comunicación de los testigos” sino en otra quizá más importante: “La democracia de la calle”. Y todo gracias a la dichosa red.

-Qué tiempos corren, qué tiempos. Vivir para ver y ver para morir -dijo Watson sacando el reloj de tapa y leontina como si fuera llegada la hora de algo que no quiso mencionar.

-No se inquiete, Watson: usted y yo somos inmortales.