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La manipulación de las masas > Jaime Rodríguez-Arana

Estos días he recibido de un colega brasileño que enseña derecho administrativo en la Universidad de Sao Paulo, una de las más pobladas del planeta, un artículo de opinión cuyo título, además de provocador, se acerca, a mi juicio, a la realidad del tiempo en que vivimos: los asaltantes de la conciencia.

El escrito aborda el problema de la manipulación de las masas a partir de las teorías de Edwards Bernays, un austríaco hijo de judíos cuya madre era hermana del fundador del psicoanálisis: Sigmund Freud.

Nada más cumplir su primer año de vida se desplazó con sus padres a Nueva York donde estudió, tras la enseñanza básica y secundaria, un curso de ciencias agrarias para a renglón dedicarse con gran intensidad a una profesión llamada relaciones públicas, de la que es uno de sus pioneros.

A los 22 años, en 1913, fundó una de las primeras agencias de comunicación con el propósito de convencer a los líderes empresariales y políticos de que la clave del éxito no estaba en los anuncios sino en las noticias. En orientar las informaciones.

Bernays pasa por ser también uno de los inventores del press release, del merchadising y según parece a él se debió la presencia en el cine de los cigarrillos. Fue consultor político de Wilson durante la Primera Guerra Mundial y de Roosevelt durante el New Deal.

En opinión de Mauro Santayana, autor del artículo que hoy comentamos, las ideas de Bernays influyeron, no poco, en la teoría de la promoción de los instintos de manada, hoy bien trabajados de forma tan sutil como eficaz por quienes realmente dominan la vida social, invisibles pero persistentes en sus objetivos. En este contexto, las técnicas de control de la mente de Freud, las teorías de Gustave Le Bon, más tarde la aplicación concreta por Goebbels en el nazismo, mostraron cómo se puede manejar, sin especiales problemas, a las masas.

El propio Bernays describió su teoría de la necesidad del control y dominio de las masas en la sociedad industrial emergente en los Estados Unidos con unas palabras que vale la pena reproducir porque su puesta a disposición de personajes sin escrúpulos, tanto en el plano financiero, económico, mediático, como político ayudan a entender el proceso de domesticación de la sociedad a la que ha sido sometido por los verdaderos dueños del poder.

El texto de Bernays que ahora reproduzco es seleccionado por Santayana en el artículo que glosamos y no tiene desperdicio alguno: “La consciente e inteligente manipulación de los hábitos y de las opiniones de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Los que manipulan ese mecanismo oculto en la sociedad constituyen un gobierno invisible, el verdadero poder dirigente de nuestro país. Nosotros somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas por personas de las que nunca hemos oído hablar. Este es el resultado lógico de cómo nuestra sociedad democrática es organizada. Por eso, un sinnúmero de seres humanos debe cooperar, de manera grata y cómoda, si quieren convivir en sociedad. En casi todos los actos de nuestra vida diaria, sea en el plano político o de los negocios, en nuestra conducta social o en nuestro pensamiento ético, somos dominados por un número relativamente pequeño de personas. Ellas entienden muy bien los procesos mentales y los modelos de masas. Y son esas personas las que colocan los cordones con los cuales controlan la mente pública”.

En estos momentos de dominio del pensamiento único, en los que a todos se nos invita a movernos por el único carril de la tecnoestructura, es cada vez más importante comprometernos con el pensamiento crítico para, no solo desenmascarar tanto gusto por el control y la manipulación, sino para asumir hábitos, no de mesnada, sino de hombres y mujeres libres que quieren solidariamente mejorar las condiciones de vida de los habitantes, sobre todo de los más desfavorecidos.

En efecto, el instituto de mesnada, magníficamente conformado y aplicado durante el nazismo, es también usado, con gran eficacia, al servicio del capitalismo salvaje de este tiempo en el que la especulación y la maximización del beneficio como sea son las consignas básicas del mundo empresarial.

En el plano político, al grito de la consecución del voto a como dé lugar, el marketing se ha convertido en un fin y los partidos en agencias de colocación para que sus dirigentes disfruten de las mieles y privilegios del mando.

Las ideas y las opiniones de la ciudadanía se convierten así justamente en el camino para la propia manipulación y control de la masa.

La crisis actual no es solo económica y financiera, es, sobre todo, moral. Los tiempos que nos ha tocado vivir son una magnífica oportunidad para detener el proceso de alienación a que se ha sometido a tanta gente de buena voluntad y para parar el fenomenal proceso de desmoralización a que están sometidas las instituciones democráticas.

Para ello es menester apostar en serio por la centralidad del ser humano y por todos sus derechos fundamentales.

*Catedrático de derecho administrativo
jra@udc.es