a babor >

La peineta > Francisco Pomares

El día después de que el Parlamento aprobaba una subida de impuestos políticamente mal planteada y técnicamente muy chapucera, en Presidencia del Gobierno andaba dedicando su tiempo a interrogar durante tres horas a una funcionaria del gabinete de Rivero, que participó en las manifestaciones previas al Día de Canarias protestando contra los recortes y ajustes en la función pública. La funcionaria fue fotografiada haciendo un gesto burlesco a una imagen de Rivero, y por hacerlo ha sido expedientada con la amenaza de ser sancionada con separación del servicio, suspensión de funciones por un máximo de seis años, traslado por cambio de residencia, reducción de retribuciones y apercibimiento.

Rivero, encumbrado tras perder las elecciones dos veces a la más alta magistratura regional por los avatares de una política viciada como la canaria, está demostrando un autoritarismo que raya ya en lo patológico. Es la primera vez en la historia de la Autonomía que se abre expediente a un funcionario por participar en una manifestación en defensa de sus derechos. Parece que a Rivero le endemonia que los funcionarios le persigan por toda Canarias -allá donde va, en cualquier acto público, en el Parlamento, en la puerta ciclópea del búnker presidencial de Santa Cruz de Tenerife- y manifiesten su rechazo por las políticas de ajuste con pitadas y gritos. No soporta Rivero la crítica expresada de forma airada. Y ha decidido responder procediendo ejemplarmente contra una funcionaria de su propio entorno: cree Rivero que puede gobernar esta región como gobernó su municipio, llevándose bien con el cura y el boticario, y a cambio administrando las licencias, allanando propiedades ajenas, y convirtiendo la alcaldía en una oficina de tratamiento de favores. Pero Canarias es mucho más compleja que el municipio de El Sauzal.

Si Rivero persiste en mantener el expediente, además de hacer el más absoluto ridículo en los tribunales, porque atenta directamente contra el derecho fundamental a la libre expresión de una ciudadana fuera de su horario laboral y de su centro de trabajo, va a tener que abrir miles de expedientes más: los funcionarios están empezando a presentarse en el trabajo con chapas y pegatinas alusivas al asunto de la peineta, que en esta ocasión no es la peineta española que gusta llevar su señora en la testa en los actos militares, sino la vulgar peineta que se hace cuando uno está muy enfadado. Rivero ha conseguido que el malestar de la función pública canaria se visualice como un corte de mangas a su persona. Vaya éxito.