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Novela confusa > Jorge Bethencourt

Cuando era un renacuajo pasé de leer el TBO, Mortadelo y Filemón, el Jabato o Hazañas Bélicas a las novelas de Marcial Lafuente Estefanía. Entre tanto relato de vidas ejemplares, historias de santos, catecismos y formación del espíritu nacional, fue como un chorro de aire fresco. El protagonista de todas las historias era, indefectiblemente, un tipo de seis pies de alto (lo siento Paulino, ni tú ni yo nos comeríamos un rosco en el papel) que solía terminar sus enfrentamientos haciéndole al enemigo un agujero de bala en mitad de la frente (ya ves tú, ahí sí que Paulino…).

Las novelitas de Estefanía eran historias de buenos muy buenos y malos muy malos. El alto pistolero, generalmente pacífico, se las tenía que ver con un terrateniente abusador, un cacique repugnante rodeado de mercenarios de manos rápidas con las armas y dispuestos a matar por un puñado de dólares. Y no faltaba, además, un sheriff que en vez de ejercer de autoridad era una marioneta al servicio del amo del pueblo.
Añoro aquellos tiempos en que todo me parecía tan claro. El bien y el mal tenían perfiles definidos y claramente diferenciables. Esto, en cambio, es un asco. Ya no sabe uno quién es el que robó el caballo, si lincharon a un inocente y si el sheriff es realmente una autoridad que protege a los ciudadanos o un empleado de los caciques.

Desde hace una laaaaarga temporada sólo escuchamos hablar de abismo, de pérdidas sin cuento, de primas de riesgo, de amenazas de rescate, de deudas apocalípticas, de más paro, más recortes, más impuestos y más recesión. Hemos perdido la confianza, que es el combustible con el que funcionan las sociedades. Y estamos perdiendo la esperanza. Y los que mandan, ahogados en sus propias mentiras de patas tan cortas como el recorrido entre dos telediarios, han logrado que desde fuera pierdan la credibilidad en nuestro país tramposo. Ofuscados en el vuelo gallináceo de sus intereses de poder son incapaces de elevarse sobre la conveniencia.

Contra Franco vivíamos mejor. Contra nosotros mismos se confunde la novela. El problema es de una economía de cartón piedra. El decorado de un falso belén feliz que montamos con el dinero que la Unión Europea nos inyectó para creernos aquello del milagro español. Pero los milagros no existen. Sólo el trabajo, la seriedad, la eficacia, la constancia, el talento… Todo eso tan antiespañol. Si esto fuera una novela de Estefanía, el pistolero justiciero nos habría matado a todos.

Twitter@JLBethencourt