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Perder el tiempo > Jorge Bethencourt

Ese ministro que tiene un nombre vegetal del que se queda uno colgado, el señor Guindos, gesticula cuando los portavoces de la oposición le lanzan al Gobierno del PP las vergüenzas de Bankia a la cabeza. Socialistas y conservadores están unidos por el poder. Los dos partidos lo han venido ejerciendo por turnos en el Gobierno central y en muchos de los ejecutivos autonómicos. Precisamente por eso, hay ciertas cosas que, a pesar de sus infinitas deslealtades y enfrentamientos, comparten. Cosas que ninguno de los dos quiere aventar por la ventana de la opinión pública.

Cuando llegó la crisis, los gobiernos europeos hicieron balance de sus miserias. Y las afrontaron. Gran Bretaña intervino nacionalizando en todo o en parte el Nothern Rock, el HBOS, el Royal Bank of Scotland, el Lloyds TSB y el Barclays, metiendo 44.000 millones de euros. Alemania nacionalizó el Commerzbank, el segundo banco del país, con 10.000 millones de euros en compra de acciones, y el banco bávaro HRE, entre otras actuaciones en entidades financieras. ¿Qué hicimos en España? Nada. Teníamos la banca más saneada del mundo.

Y ahí quedó eso. En el país del ladrillo. En el país que había construido en los años anteriores al 2008 más de la mitad de todas las viviendas que se habían hecho en Europa, no había problema alguno con las entidades bancarias.

Los responsables socialistas y populares, en la creencia de que cualquier estupidez puede convertirse en algo respetable si se repite con convicción, intentaron mantener esa ficción como una realidad a los ojos del mundo mundial. Cogieron el cadáver de las cajas, lo vistieron con cota de malla y escudo, le ataron el palo de la fusión a la espalda y lo colocaron sobre el caballo del Banco de España para ahuyentar a los fantasmas de los mercados que asediaban la ciudad.

Desde que comenzó la crisis hemos hecho de todo. Gastar el superávit de caja del Estado en medidas improductivas. Mentir descaradamente sobre las cuentas públicas. Ocultar facturas bajo todos los cajones de todos los gobiernos. Quemar el dinero en ayudas, subvenciones y gastos absolutamente disparatados cuando no ilegales. Organizar un proceso de fusiones de los bancos públicos, que ocultaban sus agujeros, para retirar a sus directivos con multimillonarias indemnizaciones…De todo. Pero, sobre todo, perder el tiempo.

Para un país apalancado como el nuestro, perder tiempo y confianza de los acreedores internacionales es lo peor. Y como podía esperarse de nuestros dirigentes, eso es justo lo que hemos hecho con todo éxito.
Twitter@JLBethencourt