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Sin-vergüenza > José Miguel González Hernández

Probablemente este sea uno de los artículos más demagógicos que habré escrito. Pido disculpas anticipadas por ello. No formularé instrumentos procedentes de la técnica, sino sentimientos. Necesitaba este oasis de espontaneidad en el que lo primario esté por encima de la reflexión. Y lo necesitaba porque ahora resulta que las mismas personas que nos han traído hasta aquí nos dicen que el sistema no se puede sostener. Y no sólo no han acertado en la trayectoria sino que tampoco lo han hecho en el diagnóstico y, mucho menos, en las medidas. Resulta que, mientras se nos exige ahorro, bajan los sueldos y nos suben todos los impuestos. Mientras se hace necesario el conocimiento y la formación, con el fin de ser menos vulnerables y más adaptables, se ahoga la educación pública.

Mientras que se nos dice que se debe sufragar el gasto del transporte sanitario, un simple concejal puede acceder a un coche oficial.

Incluso, un viaje por motivos sanitarios lo debe sufragar el enfermo, mientras que en el asiento de al lado, la clase política viaja gratis. Y además ahora están de moda las millonarias indemnizaciones del sector financiero. Por ejemplo, algunas, necesitando 3.600 millones de euros de dinero público indemnizaron a sus próceres con 18,5 millones de euros. Otros, por un trabajo de diez meses, recibían un sueldo anual de 600.000 euros más una pensión vitalicia de 370.000 euros al año reclamando, a su vez, una indemnización por despido de 10 millones de euros tras recibir 5.800 millones de euros públicos. Otros, tras recibir 916 millones del FROB, disfrutan de una pensión de 11 millones de euros. Pero no todas los gestores han obrado de igual manera. Los hay todavía más intensos en sus planes, porque, después de haber recibido 2.968 millones de euros, han obtenido 10 millones de euros en concepto de indemnización y pensión, aunque lo llaman “prestación postocupacional”. Están también aquellos que cobraban un sueldo de 2,4 millones de euros con indemnizaciones de 1,2 millones de euros tras un año y medio de trabajo. Algunos, inclusive, no perdieron el derecho a una indemnización de casi 14 millones de euros en concepto de pensiones y resto de compromisos. No quiero imaginarme qué salario se habrían puesto si hubieran hecho una buena gestión. Lo que debe quedar claro es que si entra dinero público en las empresas, la ciudadanía debe decidir cuánto se gana y dónde se usa. La democracia delegada no es suficiente. La participativa, puede. El título que podría haberle puesto a la columna podía haber sido el de cada uno de los sinónimos que acoge el vocablo. Elija el que más le gusta: desvergonzado, fresco, descarado, caradura, golfo, canalla, ruin, bajo, tunante, pícaro, bribón, granuja o sinvergonzón. Si ya lo eligió, continuemos. En este sentido, según vas creciendo y madurando, miras a tu alrededor, y te das cuenta de que el tiempo termina por poner a cada persona en su sitio, dependiendo de su innato merecimiento. Pero al final… ya conocemos cómo acaba la película. Ahora bien, la trama depende de nosotros. El futuro, totalmente desconocido, está condicionado por las decisiones del presente. Lo que sí se puede argumentar son los diferentes escenarios probabilísticas con los que te vas a encontrar. En este sentido, si tiras algo al aire, lo más probable es que caiga al suelo, según las leyes innatas de la gravedad. Si nos siguen tomando el pelo, lo más probable es que terminemos siendo tontos. Si nos siguen dando empujones, lo más probable es que terminen por tirarnos por los suelos. Pero si damos la primera, lo más probable es que podamos dar dos veces. Al menos eso dice el dicho.

José Miguel González Hernández es Director del Gabinete Técnico de CC.OO. en Canarias