Vuelve San Juan > Benito Cabrera

Cuando terminó la última glaciación, que sumió al planeta en unos mil años de aire frío y seco, se produjo un cambio fundamental. El clima se hizo húmedo, cálido y -muy importante para los humanos- predecible. El agotamiento de la proteína animal y la regularidad de los ciclos anuales hicieron posible el nacimiento de la agricultura y, por ende, de las civilizaciones humanas. La necesidad de conocer los momentos especiales del año en referencia a la siembra o la cosecha, marcó a su vez la necesidad de establecer ritos, y los solsticios se convirtieron en fechas que había que recordar, sacralizar, festejar.

Pocas fiestas hay tan celebradas de forma casi global como la noche de San Juan. El hemisferio Norte de este planeta pasa por el solsticio de verano y, desde los indios Anasazi hasta nuestros antepasados Guanches, se han hilvanado ritos basados en la purificación, con el fuego y el agua como protagonistas esenciales de tal hito en el eterno retorno del ciclo del año.
Como cada 23 de junio, víspera de San Juan, las hogueras salpicarán la geografía nocturna de nuestros pueblos, con su mezcla de pragmatismo regenerador, magia hipnótica o mero sentido lúdico. Sugerimos, si no los conoce, que disfrute de los Hachitos de San Juan de La Rambla o de Icod. En los primeros, las pequeñas hogueras perfilarán el Risco del Mazapé. Por otra parte, en barrios icodenses como El Amparo pervive la ancestral costumbre de interpretar el Tajaraste como acompañamiento del Baile Sentado (o Baile de a Cuatro) y el Corrido, más animado, con dos hileras de personas que durante el baile se entrecruzan, alternándose hombres y mujeres.
En cualquier caso, esté donde esté, le proponemos que esta noche se sume al rito y salte cualquier hoguera. Por el puro placer de celebrar la vida.