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No todos son iguales > Francisco Pomares

La crisis comienza a ejercer por fin cierta influencia en la adopción de decisiones morales o destinadas a predicar con el ejemplo. Aún no son suficientes, ni afectan a todo el cuerpo social, pero parece que entre los que se dedican a la política ya hay quienes comienzan a percibir con claridad el mensaje de la ciudadanía de que los sacrificios hay que repartirlos, de que “o todos o ninguno”. No se trata de pecar de ingenuidad: el cinismo de los últimos meses y el “que se jodan” de los últimos días no van a desaparecer como por ensalmo del lenguaje y la actitud de la gente con poder. Pero algunos gestos correctos comienzan a crear escuela y ser imitados. En los medios pueden verse declaraciones de alcaldes y grupos municipales que anuncian su decisión de renunciar voluntariamente a la paga de Navidad y dedicarla a asuntos sociales. Desde luego que sería mejor ir un poco más allá y que renunciaran también a la extra de vacaciones, no ir siempre por detrás de los acontecimientos. Pero al menos ya no se escuchan argumentos balbuceantes como los esgrimidos en el entorno de nuestro Parlamento regional sobre lo dura que está siendo la crisis también para los pobrecitos que mandan.

En la dirección correcta, el Grupo Socialista en el Congreso acaba de aprobar la renuncia de todos sus excargos públicos a la indemnización que les correspondiera como miembros cesantes del Gobierno Zapatero. La medida afecta a un buen puñado de diputados, que habían cobrado ya seis meses de indemnización y dejarán de percibir los 18 que les restan, lo que supone entre 75.000 y 80.000 euros por cabeza.

Que nadie se alarme: no se van a quedar Sus Señorías en la indigencia: percibirán sus salarios como diputados, la cuestión es evitar duplicidades que afectaban a muchos de los miembros del grupo. Curiosamente, uno de los pocos que no había optado por cobrar la indemnización que le correspondía como ministro es Alfredo Pérez Rubalcaba. Renunció a ella hace seis meses voluntariamente, sin alardes mediáticos y sin ponerse como ejemplo.

Es legítimo -yo diría que incluso conveniente- que se censure y critique el comportamiento de personajes que, como el señor Dívar, expresidente de los jueces, o los directivos de algunas cajas arruinadas- son capaces de llevarse a su casa una auténtica morterada en indemnizaciones, mientras que se decreta la interrupción del subsidio a los parados de larga duración, entre aplausos de aprobación. Por eso, cuando alguien hace algo correcto, deberíamos también decirlo. Porque -al margen de ideologías y partidos- no todo el mundo es igual.