... y no es broma >

Ikeaburgo > Conrado Flores

¿Quién no conoce la cadena de muebles Ikea? Una lámpara, un organizador para los CD, un bote de mostaza dulce… Todos, ricos y pobres, tenemos algún mueble de la empresa sueca en casa. La clave de su éxito es que sus productos compaginan buen precio con un diseño atractivo. Lo malo es que sales de la tienda cargado de cajas llenas de maderos que tienes que ensamblar tú mismo.

Cada tienda dispone su espacio en un trayecto laberíntico que impide al consumidor ir directamente a comprar dos toallas sin pasar antes por toda la inmensa exposición de artículos de decoración. De este modo, además de las dos toallas, sales del centro comercial con un molde para cubitos de hielo, un organizador de CD, una papelera, dos macetas y un revistero. Y frente a la caja, mientras esperas por la mercancía, te tomas un perrito y un refresco. A eso llamo yo hacerse el sueco.

La primera vez que montas un mueble de Ikea, como una mesa para la tele, por ejemplo, te das cuenta de que te queda coja. Estás seguro de que has hecho algo mal hasta que más adelante montas una silla y un aparador, y entiendes que la cojera es una de las principales características de los productos Ikea. Un par de meses después, mientras ves un documental de cocodrilos en La 2, es cuando adviertes que la mesa para la tele se está hundiendo por el centro. Así que, aparte de tener las patas cojas, también se deforma, probablemente para absorber las vibraciones generadas por los movimientos sísmicos, que en Suecia piensan en todo.

Pues a la multinacional le va tan bien que nos ha sorprendido recientemente con dos impactantes anuncios. En primer lugar, van a montar una cadena de 100 hoteles low-cost en Europa. Según parece, serán de diseño escandinavo y tendrán conexión a Internet de alta velocidad. Además, les adelanto que tendrán una mesa, dos sillones y una cama muy bonitas pero cojas. Y en segundo lugar, la empresa ha manifestado su intención de levantar un barrio entero en la ciudad alemana de Hamburgo. Gran idea. Nada mejor que ver a los vecinos trabajando juntos en su propio barrio, cada uno con un manojo de llaves Allen y un montón de ilusión. Quién sabe si levantarán un parque con sus propias manos, colocando farolas en las que será mejor no apoyarse y bancos cojos para que los enamorados den de comer a las palomas. Será “Ikeaburgo”, un pueblo cojo y deformable, pero barato y de diseño atractivo.