Desde que, hace unos 65 millones de años, se iniciara la historia de la humanidad con la aparición de los primeros primates, nuestro desarrollo evolutivo ha sido una constante apelación a la superación personal, al planteamiento de retos y empeños. Lo que, con el tiempo, nos llevó a aprovechar mejor la experiencia adquirida y transmitirla a las generaciones siguientes.
Nuestro cerebro, cada vez más grande y complejo, pudo dotarse de capacidades y habilidades para entender, comprender y dar respuesta a los desafíos que iban surgiendo: el descubrimiento del fuego, el abrigo, la defensa personal, la inmigración hacia lugares de caza, el lenguaje articulado, la escritura, etc. A lo largo de miles de años, el ser humano mejoró su capacidad de aprendizaje y su inteligencia hasta convertirse, con los lógicos avances y retrocesos, en el principal factor de conocimiento, transformación y progreso en la Tierra.
Desde este punto de vista, el salto estratosférico protagonizado por el aventurero austríaco Félix Baumgartner constituye una gesta o una hazaña y un reto personal, pero también un desafío tecnológico, una lucha contra factores de riesgo extremo y un ensayo sobre las posibilidades de actuar en el espacio en condiciones adversas o que rozan el límite de lo humanamente posible.
Con los datos que se extraigan de las observaciones realizadas a lo largo de la Misión Estratos, podrán mejorarse, entre otras cosas, los trajes espaciales, y su confección y presurización; la resistencia de los materiales en la atmósfera y fuera de ella; determinar el límite de la resistencia humana -órganos y tejidos sobre todo- a las bajísimas temperaturas exteriores, y saber la incidencia de la fuerza G o aceleración que produce la gravedad terrestre según sea la velocidad, la dirección, el tiempo de exposición y la postura del cuerpo viajero, ya que de perder la estabilidad los líquidos corporales podrían trasladarse a las extremidades inferiores y a la cabeza y reventar los vasos sanguíneos. Me parece por tanto que estamos ante algo más que una mera hazaña deportiva, aunque promotores y patrocinadores de la misma la sitúen preferentemente en ese terreno, por bastardos intereses económicos.
Baumgartner puede ser considerado un deportista intrépido y valeroso, un héroe que bate récords -como los grandes viajeros, montañeros y espeleólogos-, pero también un pionero, un esforzado del progreso cuya aventura rendirá importantes frutos a la industria espacial en su empeño por mejorar los vuelos y las comunicaciones en y con el exterior del planeta Tierra.