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Héroe y pionero> Por Leopoldo Fernández

Desde que, hace unos 65 millones de años, se iniciara la historia de la humanidad con la aparición de los primeros primates, nuestro desarrollo evolutivo ha sido una constante apelación a la superación personal, al planteamiento de retos y empeños. Lo que, con el tiempo, nos llevó a aprovechar mejor la experiencia adquirida y transmitirla a las generaciones siguientes.

Nuestro cerebro, cada vez más grande y complejo, pudo dotarse de capacidades y habilidades para entender, comprender y dar respuesta a los desafíos que iban surgiendo: el descubrimiento del fuego, el abrigo, la defensa personal, la inmigración hacia lugares de caza, el lenguaje articulado, la escritura, etc. A lo largo de miles de años, el ser humano mejoró su capacidad de aprendizaje y su inteligencia hasta convertirse, con los lógicos avances y retrocesos, en el principal factor de conocimiento, transformación y progreso en la Tierra.

Desde este punto de vista, el salto estratosférico protagonizado por el aventurero austríaco Félix Baumgartner constituye una gesta o una hazaña y un reto personal, pero también un desafío tecnológico, una lucha contra factores de riesgo extremo y un ensayo sobre las posibilidades de actuar en el espacio en condiciones adversas o que rozan el límite de lo humanamente posible.

Con los datos que se extraigan de las observaciones realizadas a lo largo de la Misión Estratos, podrán mejorarse, entre otras cosas, los trajes espaciales, y su confección y presurización; la resistencia de los materiales en la atmósfera y fuera de ella; determinar el límite de la resistencia humana -órganos y tejidos sobre todo- a las bajísimas temperaturas exteriores, y saber la incidencia de la fuerza G o aceleración que produce la gravedad terrestre según sea la velocidad, la dirección, el tiempo de exposición y la postura del cuerpo viajero, ya que de perder la estabilidad los líquidos corporales podrían trasladarse a las extremidades inferiores y a la cabeza y reventar los vasos sanguíneos. Me parece por tanto que estamos ante algo más que una mera hazaña deportiva, aunque promotores y patrocinadores de la misma la sitúen preferentemente en ese terreno, por bastardos intereses económicos.

Baumgartner puede ser considerado un deportista intrépido y valeroso, un héroe que bate récords -como los grandes viajeros, montañeros y espeleólogos-, pero también un pionero, un esforzado del progreso cuya aventura rendirá importantes frutos a la industria espacial en su empeño por mejorar los vuelos y las comunicaciones en y con el exterior del planeta Tierra.