la última (columna) - Jorge Bethencourt

Tras los votos – Jorge Bethencourt

Primer dato, la abstención. Siguiendo la exégesis de Mariano Rajoy de la gente que se queda en casa, hay miles de personas que no se sienten interesadas por este sistema democrático. Mala cosa que no les importe a los políticos el grado de desafección de sus clientes. La entrada en el País Vasco del voto independentista (que se abstuvo en las elecciones anteriores) confirma la salida de miles de votantes que decidieron enajenarse de esta convocatoria.

Segundo, el socialismo español sigue sin analizar en serio sus graves problemas. El salvavidas de Andalucía fue un espejismo valioso. Pero no debería esconder que fue algo a lo que aferrarse tras un naufragio. Lo peor que existe para un partido político es situarse en tierra de nadie. El PSOE ha perdido una gran masa de electores de clase media, barridos por los desastrosos efectos de la última legislatura de Zapatero. La posición federalista de los socialistas les pretendía situar entre el españolismo del PP y el separatismo nacionalista.

Siendo -que lo es- una posición racional, moderada y probablemente muy coherente con lo que va a ser el futuro del Estado, lo cierto es que los coloca en un limbo alejado del mundo de las pasiones, que es donde se mueven hoy las cosas.

El PP se ha adueñado tibiamente del constitucionalismo y de la idea de la unidad de España, mientras que a nivel autonómico los partidos nacionalistas aglutinan cada vez más apoyos de una ciudadanía que se mueve por la compulsión del cabreo de la crisis, por la atracción de los mensajes beligerantes y altisonantes del lenguaje particularista.

La noche del domingo ya daba paso a una madrugada de cuchillos largos para el futuro de Pérez Rubalcaba, a quien se le quiere adjudicar el fracaso. Es lo que tiene. El fracaso -gallego o vasco- siempre se las arregla para tener un solo padre, mientras que al éxito -como el andaluz- le salen paternidades por todas las esquinas. Pero, ciertamente, ambas caras de la moneda, victorias o derrotas, obedecen a causas más profundas y colectivas que escapan a la pretensión simplista del muy antiguo sistema del chivo expiatorio. Rodríguez Zapatero encarnó utilitariamente la responsabilidad del naufragio electoral de 2011. Pero la realidad es que fue el socialismo el que se cayó con todo el equipo.

El PP no podrá descorchar champán. No debería. Los independentistas vascos de Bildu han dado un salto de gigante en respaldo electoral. La incertidumbre de un nuevo foco separatista en el País Vasco que se venga a sumar al de Cataluña pende del hilo de la decisión del PNV y de con quién elija caminar de la mano. Y ya saben que el pesimismo es uno de los nombres que se le dan a la realidad.

@JLBethencourt