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Acojonados y acojonadores – Por Enrique Arias Vega

Comprendo al futbolista Markel Susaeta al haber manifestado su orgullo por representar “una cosa”, evitando así decir el nombre de España. Lo entiendo porque, una vez acabado el encuentro con Panamá, ha tenido que volver a su entorno abertzale, el cual, de haberse expresado de otra manera, le habría hecho la vida imposible.

En mucha menor medida, el internacional Xavi Hernández recibió un montón de críticas de los nacionalistas catalanes por su espontáneo “¡Viva España!” tras el campeonato de Europa de 2008. Escarmentado, el jugador no ha vuelto a cometer jamás tamaña imprudencia.

Debido a estos riesgos, resulta difícil que los personajes públicos españoles se pronuncien sobre cuestiones ideológicas, a diferencia de lo que sucede en otros países.

En todo caso, el personal suele someterse aquí al dictado del último acojonador de turno, como le sucedió al jugador del Athletic Fernando Llorente, que hubo de firmar a su pesar el manifiesto en pro de una selección para Euskal Herría cuando él ni siquiera es vasco. Aunque eso, ya ven, no le ha evitado la ira de parte de la afición bilbaína.

Se entiende, pues, que vivamos en un estado general de miedo o de estupor ante el matonismo ideológico imperante, del signo que sea. Muy pocos se atreven a enfrentarse a él, exhibiendo sin pudor sus ideas, aunque sean tan contrapuestas como las de Willy Toledo y Arturo Pérez Reverte, por poner dos ejemplos distintos del mundo de la cultura.

Lo general, insisto, es lo otro: plegarse al ambiente, para no meterse en líos, o ejecutar bellos ejercicios de ambigüedad, como el de Gerard Piqué al obligarle a elegir un entrevistador entre España y Cataluña.
Así, una vez y otra.