tertulia habanera - Othoniel Rodríguez

La leyenda del rey del tambor – Othoniel Rodríguez

La vida de Chano Pozo (La Habana, 1915-Nueva York, 1948) fue una verdadera leyenda y su gran trayectoria artística lo convirtió en mito. Surgió de ese trágico mundo de zonas marginales de La Habana de principios del siglo XX. Allí la música era el aliciente de los pobres y de los de raza negra. Este virtuoso del tambor es otro producto del exotismo del trópico, pues heredó las dotes de percusionista, bailarín y creador de sus ancestros africanos.

Cuentan que de adolescente trabajó como chapista y sacaba los sonidos de los coches que reparaba acompañándose con las herramientas de trabajo y de su potente voz bien timbrada y rítmica, pues tenía gran dominio del folclore afrocubano.

Gran apasionado del Carnaval habanero, fue bailarín y tamborero de varias comparsas tradicionales, como Los Dandy y Los Marqueses de Atarés. Su vida profesional comenzó junto a su hermano el trompetista Félix Chapotín en la emisora RHC Cadena Azul, donde participó en un programa musical con la Orquesta Azul. También fue profesor de rumba para turistas. Hasta creó una academia para impartir clases.

De pronto, la vida le da un vuelco y junto a Mongo Santamaría se presentó en el fastuoso show de Tropicana Congo Pantera, donde se convirtió en la atracción del espectáculo por su poderío ritmático. Gran admirador y amigo personal de la gran estrella Rita Montaner, esta lo llevó nuevamente a la sala Tropicana algunos años después junto a Bola de Nieve. Cada noche cautivaban al auditorio. La apoteosis, el frenesí llegaba cuando la Montaner terminaba subida a las espaldas del percusionista y este con su conga tocando y bailando derrochando arte y fuerza a la vez, se despedían del escenario… Algo realmente fuera de serie, lo nunca visto.

Pero su consagración como virtuoso del tambor y de la fulgurante carrera comenzó en Estados Unidos en 1942. Allí llegó bajo la influencia de sus amigos Miguelito Valdés y Mario Bauzá. Trabajó con el Ballet de Caterine Dunham. Grabó en la Gran Manzana y Bauzá lo recomendó a Dizzy Gillespie, quien andaba en busca de un coloso de la percusión. Con Dizzy realizó giras por Estados Unidos y Europa.

El momento cumbre en su carrera fue el 29 de septiembre de 1947, cuando se presentó en el aristocrático Carnegie Hall, de Nueva York. Pero aún le esperaba un momentazo de gloria. El 25 de diciembre de ese año, en el Town Hall, el percusionista se agachó en medio de una actuación memorable y batió todos los récords con su tambor conga sacando miles de timbres y voces ancestrales de sus dioses negros que le daban su bendición. Fue algo nunca visto allí. Y como dijo Luc Delannoy, investigador belga en su libro Caliente, ese día nació la fusión jazz-ritmos afrocubanos. Y Chano Pozo fue su precursor. Había logrado uno de los momentos estelares en la historia del jazz latino

Como compositor creó y popularizó junto a Dizzy Manteca, lo que impuso un estilo cubano en Nueva York. Otros de sus clásicos fueron Tintineo, Guachiguaro y Blenblenblen, palabra con la que bautizó al club latino que abrió en el Palladium de Nueva York.

Como todos los monstruos sagrados, su final no fue feliz, y una bala asesina acabó con su vida en el barrio Río Café and Lounge, en la esquina de 111 y Lenox de Harlem. Fernando Ortiz lo calificó como un “fenómeno musical por su influjo directo, inmediato y eléctrico”. Luciano, Chano, Pozo inyectó al jazz norteamericano de una nueva y vigorosa energía, la afrocubanía.