El pabellón de la lucha canaria en tierras coreanas quedó muy alto: un título mundial y tres luchadores en la fase final es un palmarés difícil de superar. Las Islas tienen un reconocimiento internacional y gracias a este deporte.

Cuando se crece, se debe hacer en todos los sentidos. Ser jefe de expedición es algo más que un título o una palabra bonita para adornar una nota de prensa. Es algo así como el padre espiritual de la manada, debe estar pendiente del grupo y el último en abandonar el barco. Cargar las tintas contra el presidente de la Federación Nacional de Lucha Canaria no sería justo por mi parte. Hubo una confusión y posiblemente prisas por llegar a la Isla para arreglar la situación complicada que tiene la federación, que está en números rojos y que todavía no ha cobrado la subvención del Gobierno, algo así como con la soga en el cogote y eso suele conducir a errores.

Raúl González estuvo solo durante horas en Madrid; perdón, acompañado de un amigo que hizo las veces de jefe de expedición: Álvaro Déniz se ganó el cariño de González, esa acción no lo olvidará nunca él ni su familia. Germán Rodríguez se ha disculpado y se ha puesto a disposición de Raúl y engrandece también al presidente de la federación, que admite su error o despiste en este asunto.

La enfermedad de Raúl González también abre el melón de las enormes lagunas que tiene el reglamento de la lucha canaria y que pone a este deporte en desventaja con el resto de muchos otros.

Es tercermundista que un equipo humilde como el Rápido de Ravelo, que depende tanto del dinero de las entradas, no pueda fichar a Jonathan Estévez hasta que se recupere Raúl. En caso de hacerlo, González no puede luchar en la Liga y Estévez, al término de su trabajo en Ravelo, se debe despedir de la temporada.

Mi amigo Alejandro Martínez, entrenador del Canarias, y que estaba en Ravelo el pasado jueves en la luchada de rivalidad, no daba crédito a lo que sucede en este deporte, porque en el baloncesto un jugador puede jugar en varios equipos durante la temporada.

Hay que mejorar y de los errores también se debe aprender. Ahora comienza una nueva etapa y los rectores de la lucha tienen mucho de que hablar.