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Una Semana Santa única – Por José Alberto Díaz Domínguez*

Son los últimos ecos de las procesiones en La Laguna escribo estas letras, a través de las que me gustaría hacerles llegar el espíritu de la Semana Santa lagunera a aquellos que aún no la conocen -y que me atrevería a decir que son pocos en esta isla-, al tiempo que les traslado una visión más personal a quienes sí son asiduos a esta celebración única. La Semana Santa de La Laguna, por su solemnidad y acento grave, conecta con la austeridad de la castellana, puesto que de ella deriva. Y aunque somos gente de isla, nuestra Semana Santa es contenida y serena como si fuera de tierra adentro.

Es, además, una celebración que se vive de manera externa a través de las procesiones, pero que, en mi caso particular, tiene una connotación de reflexión y de diálogo interior. Participo activamente en ella, como saben mis hermanos cofrades. Y lo hago porque, más allá del hecho religioso, para mí es un acto tradicional y familiar, que me permite, con el silencio y recogimiento que merece, tener un momento especial y trascendente de conexión personal. Es un acontecimiento que, como digo, respetando credos y opciones religiosas, vivo desde hace muchos años.

Si algo tiene la Semana Santa lagunera, como sucede con el Cristo, es su capacidad de unir en el mismo escenario a creyentes, no creyentes y gente que necesita creer. Une, también, lo puramente religioso con lo cultural, porque es, a la vez, patrimonio, turismo e impulso del comercio local. El valor de esta celebración es que los laguneros y laguneras hemos conseguido aunar lo antiguo y lo nuevo, sin que se haya perdido lo más mínimo, la esencia de una Semana Santa que sigue siendo la principal en el Archipiélago y la elegida por cada vez más visitantes de fuera, que se asombran y maravillan con nuestra forma, recogida y solemne, de llorar la muerte de Jesús y celebrar su Resurrección.

Es una Semana Santa que refleja muy bien el espíritu de esta ciudad abierta al Mundo y acogedora, ciudad-madre que abraza a quien llega y lo hace sentir como en casa. No podía ser de otro modo, puesto que si algo la caracteriza es la generosidad. Y esa virtud la ha ido enriqueciendo hasta llegar a convertirla en una de las más singulares del mundo, no solo porque discurre por la primera ciudad fundada para la paz en Occidente, sino también porque transcurre en la única Patrimonio de la Humanidad de Canarias que sirviera como modelo para las primeras poblaciones coloniales de América.

Y como La Laguna tiene la virtud de ser una y muchas, más allá de la belleza y magnificencia de las procesiones que se suceden en las calles principales del casco histórico, hay que destacar, también, las bellísimas y entrañables celebraciones de los pueblos y los barrios, que salpican nuestra geografía y que hacen que la gente se vuelque, un año más, con cada una de las procesiones y citas de estos primeros días de primavera. Hoy, Domingo de Resurrección, es el momento para agradecer a todos y cada uno de los laguneros y laguneras su participación y entrega. Al Obispado y las Hermandades y Cofradías, a los trabajadores que redoblan esfuerzos para que el municipio luzca en todo su esplendor, y a los ciudadanos que llenan las calles y plazas para rendir homenaje a esta ciudad y sus pasos, joyas votivas únicas que han conservado siglo tras siglo. A todos, gracias por hacer cada año más grande la tradición que recogimos de nuestros antecesores y que heredarán, con justificado orgullo, quienes nos sucedan.

*Candidato de Coalición Canaria a la Alcaldía de San Cristóbal de La Laguna
@josealbertodd