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¿Por qué lloras, África? – Por Rafael Lutzardo

Aunque de manera lenta y sacrificada, estamos viviendo un nuevo cambio; una nueva transformación de las sociedades europeas; gestación de una nueva cultura de pensamientos, tecnológicos, económicos y políticos. En lo que respecta a la Iglesia, todavía tiene un camino largo que recorrer para convencer a la nueva generación de sus intenciones y acciones. Los que hemos vivido parte de los dos siglos, finales del XX y comienzo del XXI, partimos con la ventaja de tener cierta experiencia, pero no menos dificultades para adaptarnos a los nuevos tiempos. La evolución de la vida ha sido tan rápida que sin darnos cuenta nos hemos adelantado a nuestro propio tiempo. Mientras tanto el continente africano sufre la llamada hambruna, un proceso socioeconómico mediante el cual un grupo social sufre un progresivo deterioro de su sistema de alimentación. La escasez de recursos y alimentos provocan la aparición de enfermedades y epidemias y una tasa de mortalidad muy significativa. Del mismo modo, las mujeres jóvenes sometidas a la cruel ablación (mutilación genital femenina); los miles de asesinatos y secuestros de jóvenes adolescentes, convierten al continente africano en un horno crematorio sin precedentes. Mientras tanto: ¿dónde están los países saqueadores europeos que en otra época secuestraron el sentimiento del corazón de África y asesinaron a aquellas personas que se revelaron por defender su bandera, sus raíces, cultura y la tierra roja del color del sol africano cuando amanece? ¿Dónde están las conciencias históricas de Europa y América? Porque ambas fueron cómplices de acciones de muertes, violaciones y saqueos? África fue saqueada, profanada, humillada y asesinada. Sus diamantes, sus fronteras, el comercio como puente fronterizo, sus minas, sus misterios y huellas de la evolución del hombre y la esclavitud, fueron motivos para que sus violadores y asesinos se fijaran en ella. Desgraciadamente, en este comienzo del siglo XXI este continente sigue siendo víctima de las picaduras de los mosquitos; de la escasez de alimentos, infecciones, medicamentos, ropas y calzados, violaciones y asesinatos. Europa y América intentan ante los ojos del mundo que sus banderas son aliadas del pueblo africano. Cuánta mentira y falsedad. África sigue enclaustrada en el sufrimiento, en la miseria, en la enfermedad y el hambre. Incluso, los buitres leonados esperan pacientemente para devorar las viseras de un niño que está a punto de morir por desnutrición. Es duro, pero es la realidad más real como la vida misma. El mundo del pobre tiene sus niveles. Es decir, no es lo mismo ser pobre en Europa, América que en África. En este último, los buitres esperan para hacer su festín. En los dos primeros, los contenedores de basuras y la solidaridad de los amigos y familiares, les permiten tener un pedazo de pan en sus manos. Mientras tanto, África llora por el sufrimiento, la desidia de la otra cara del mundo, por el hambre y por sus invasores.