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El proceso andaluz y la incertidumbre de los pactos encienden todas las alarmas – Por Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

La nueva negativa para investir a Susana Díaz como presidenta de la comunidad autónoma de Andalucía, la fragmentación política sin precedentes que se presume saldrá de los comicios locales y autonómicos del 24 de mayo y el recrudecimiento de los ataques entre las distintas fuerzas políticas al inicio de la campaña electoral -que en el caso de Pablo Iglesias, líder de Podemos, contra el PP y Ciudadanos sobrepasan todos los límites aceptables- están sembrando un clima de alarma y preocupación que va mucho más allá de su mero enunciado.

Un fracaso inesperado

Para empezar, todo lo que lo que la señora Díaz pretendía con el adelanto electoral se ha convertido en agua de borrajas al dar a luz una situación más compleja que la que quiso remediar. Ni mejoró los resultados de su partido en las elecciones de 2012, ni logró la mayoría absoluta, ni descabalgó a Podemos para ocupar aceptables cotas de poder teniendo en cuenta su apresurada implantación en Andalucía, ni mucho menos consiguió para sí misma una favorable proyección mediática y el reforzamiento de su imagen pública que le permitieran afianzar su liderazgo autonómico, dar el salto a Madrid y optar, con el viento a favor, a la Presidencia del Gobierno de España y más tarde a la secretaría general socialista.

En cambio, la candidata andaluza se ha convertido en un problema para su propio partido, obligado ahora a buscar concesiones para Podemos, Ciudadanos y, eventualmente, el mismo PP en la comunidad andaluza, o en otras comunidades, si desea obtener su complicidad política para hacer posible la investidura de la presidenta en funciones. Por lo pronto, ha logrado lo que nadie: poner de acuerdo contra ella a toda la oposición. Las elecciones del 22 de marzo han achicado su figura y confirmado el fracaso de sus previsiones. Ha perdido los réditos políticos que cosechó durante la campaña electoral y, por ende, ha aportado a las instituciones una inestabilidad desconocida que, como mínimo, se va a prolongar hasta pasadas las elecciones de este mes. De momento, el Gobierno andaluz está en funciones desde hace prácticamente cuatro meses…?

A la señora Díaz no le basta con que Ciudadanos, hasta ahora un tanto proclive a apoyarla, se abstenga en una futura votación de investidura, porque en tal supuesto sólo mantendría los 47 votos de su partido frente a los 53 del resto de la oposición integrada por PP, Podemos e IULV-CA. La candidata necesita imperativamente la abstención de Podemos y/o de los correligionarios de Izquierda Unida, que fue echada sin piedad del anterior Gobierno y que se la tiene jurada a la hoy aspirante al Palacio de San Telmo. Hasta ahora, los cantos de sirena de Díaz, con sus promesas sobre medidas anticorrupción y de reducción de cargos y organismos, no han sido suficientes para convencer a los representantes de Podemos y Ciudadanos. Ambos partidos tampoco quieren entrar en el Gobierno andaluz por temor a los efectos que pudiera tener en las elecciones del día 24 y, posteriormente, en las generales de finales de año.

Incertidumbres y amenazas

Con este panorama tan impreciso, el Partido Popular tampoco tiene clara su postura, aunque hasta ahora se ha mostrado contrario a la investidura de la señora Díaz. Rajoy ha dicho ya que no le gustaría que hubiera nuevas elecciones en Andalucía, con lo que se ha colocado a su partido entre la espada y la pared ya que si su comentario es sincero, debería facilitar la gobernabilidad en la comunidad autónoma y, de no apoyar a la candidata socialista, abstenerse en la votación de investidura. Pero, tampoco el PP está por esa labor; una parte de la dirección andaluza se opone rotundamente, otra no acepta de buen grado al fracasado candidato Juan Manuel Moreno, quien hizo perder 17 escaños a su partido -cuando en 2012, con Javier Arenas al frente, cosechó 50-, e incluso algunos dirigentes temen un gran fiasco en las elecciones del día 24, si se cumplen los vaticinios de las encuestas. Cabe recordar además el golpe de mano protagonizado por el PSOE, quien robó al PP, para quedárselo, uno de los dos miembros de la Mesa del Parlamento que por votos y escaños obtenidos le corresponde. Pero todo cambiaría si la señor Díaz deja gobernar al PP en aquellos ayuntamientos andaluces en los que pierda la mayoría absoluta.

Tratando de pescar en ese río revuelto de la incertidumbre, Susana Díaz ha echado mano de su capacidad de sugestión y manipulación para tratar de dejar en el campo del PP la responsabilidad única de su propia imposibilidad para alcanzar un acuerdo razonable que le permita llegar a la presidencia de la Junta andaluza. Ni una palabra de autocrítica, ni la menor alusión al estrepitoso fracaso de las políticas sociales y económicas llevadas a cabo por su partido en la comunidad autónoma más poblada de España y con el mayor índice de paro y atraso social de Europa. Tampoco ninguna referencia expresa a la tremenda corrupción de los Eres y la formación de parados que supera los 3.000 millones de euros… Sólo tópicos, muchos nervios, inexperiencia, acusaciones de seguidismo del PP para Podemos y Ciudadanos y apelaciones a la responsabilidad ajena ante la falta de candidatos y la prolongación de la inestabilidad política. Hasta ha solicitado ser investida “cuanto antes” porque “Andalucía no puede esperar más allá del día 24… La situación está llegando ya a extremos surrealistas, porque ¿cómo es posible que si no hay una alternativa ni otra opción de Gobierno para Andalucía por parte del resto de partidos no se deje gobernar a quien los andaluces votaron mayoritariamente en las urnas?”, se preguntó tras la frustrada votación del viernes.
Por si surte algún efecto intimidatorio o de amenaza catastrofista, la candidata ha advertido medio en broma, medio en serio, sobre una posible paralización real de la Administración andaluza, dados los graves problemas existentes en sanidad y educación, y sobre la posibilidad de no solicitar la convocatoria de ningún nuevo pleno de investidura del Parlamento, salvo el ya anunciado del 14 de mayo, hasta no tener asegurados los apoyos suficientes que permitan su elección como presidenta de la Junta. Con arreglo al Estatuto andaluz, las votaciones pueden repetirse cuantas veces se desee hasta el 5 de julio, fecha límite en la que, de no lograr Susana Díaz la investidura, deberán convocarse nuevos comicios.

Lo que está por venir

A todas estas, la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirma la debacle del PP en toda España -aunque continuará siendo primera fuerza política del país y la más votada en ocho comunidades autónomas-, la leve recuperación del PSOE, la nueva y considerable pérdida de intención de voto e imagen de Podemos y la continua mejora de Ciudadanos, todo lo cual, en mayor o menor grado, se va a advertir en las próximas elecciones, las más inciertas de la reciente historia de España. Estos comicios obligarán a implantar unan nueva cultura de acuerdos a varias bandas ante la ausencia de mayorías absolutas y la insuficiencia de los pactos a dos, que han sido la práctica casi general en nuestra democracia desde el periodo de la transición, en todas las corporaciones e incluso en cabildos, diputaciones y gobiernos autonómicos.

Buena parte de estos acuerdos futuros van a resultar complejos y muy difíciles porque lo más probable es que inevitablemente modifiquen a fondo el mapa político nacional que hasta ahora ha dominado el país. En muchos casos habrá hasta cuatro los actores principales de la vida pública, con la incorporación de Podemos -una fuerza radical de aluvión que cada vez decepciona más por su lenguaje hosco y propuestas inviables y que, como es lógico, ha dejado paso al PSOE- y de Ciudadanos, de la que los observadores dicen que roba al PP votos a mansalva, además de al partido de Iglesias e incluso al propio PSOE, por su buen estilo renovador, moderación y sentido constructivo de la política.

Con este panorama de italianización de la vida política, por decirlo en palabras de Felipe González, afronta el país una campaña electoral cargada de expectativas y de enorme agresividad verbal, al menos por parte de Podemos tal y como se ha podido advertir este fin de semana. El temor a lo que pueda pasar el 24-M, el alto porcentaje de voto oculto y de posible abstención no otorgan excesiva fiabilidad a las últimas encuestas conocidas, más aún tras el estrepitoso sondeo de los sondeos demoscópicos del Reino Unido. En ello confían PP y PSOE principalmente, mientras aún sueñan con el bipartidismo imperfecto. Según ambos, serán grandes las dificultades para formar mayorías estables al menos hasta después de las elecciones generales.