tribuna Villera

Aguamansa

Aguamansa es una de las zonas agrícolas más importantes del municipio de La Orotava. Está por encima de Pinolere y por debajo de Los Órganos. Su ubicación está alrededor de los mil metros de altitud en lo que se refiere a cotas, y orientada al norte en lo que se trata de exposición. Fue siempre un topónimo relacionado con el agua. Desde la época de los guanches, que gustaban de disfrutar de este territorio, hasta la actualidad. Por eso no es de extrañar que cuando la conquista de los castellanos en 1496 irrumpiese en el mundo canario la figura del Heredamiento de Aguas de La Orotava, del histórico río de Aguamansa.

La naturaleza había sido muy generosa con esta ladera del norte de Tenerife. De hecho el valle de Taoro fue una alfombra en la historia geológica de la isla de la que se enamoró, a mitad del siglo XX, la poeta cubana del agua, Dulce María Loynaz; al igual que un geólogo canario de la envergadura científica de Telesforo Bravo, que conoció bien sus entrañas. A través de su trabajo sistemático en las galerías pudo descifrar la formación de este valle, que se desparrama entre Tamaide y Tigaiga, entre el mar y la cumbre de Pedro Gil. Después de la gea volcánica y sus secuelas vino la vida y los guanches se asentaron, desde el mar hasta la cumbre, a lo largo del barranco de la Arena, que se abrió por culpa del vulcanismo en tiempos inmemoriales.

Para entender bien Aguamansa hay que recordar que esta zona está situada por debajo del monte Mamio, Leres y Monteverde. Fue siempre objeto de atención por parte de la sociedad orotavense, por diversas razones. Para aprovechar sus aguas de manantial y las subterráneas, alumbradas por galerías históricas algunas de ellas, como la del Velo, y la del Moral y Salto de los Helechos. También por sus productos forestales: el carbón, la pinocha, las horquetas y la madera. Por sus productos agrícolas, como las papas, las manzanas y las ciruelas. Por el uso recreativo en La Caldera y los viveros forestales. Siempre fue un lugar de tránsito para el sur, para Arafo y Candelaria, por las cabras y la música, por saludar a la Virgen en agosto. De Aguamansa algunos vecinos tuvieron que emigrar en los años difíciles aventados por la pobreza, pero siempre vivieron personajes populares e importantes. Unos por el trabajo y otros por la sangre, a veces por el descanso y la salud. Siempre era habitual encontrar pajares en las fincas de la aristocracia orotavense. Con el empeño y la perseverancia de la asociación de vecinos se consiguió agua y luz, viviendas y escuelas, centros sociales para los mayores. Siempre Aguamansa fue una fábrica de endorfinas. Los amaneceres y sobre todo el atardecer desde Mamio, con espectaculares puestas de sol, hacen de Aguamansa un sitio ideal para el descanso y la reflexión.