sin pelos en las teclas

Dale maraca – Por Cecilio Urgoiti

Empieza, sin remisión de causa, a partir de ahora, y hasta final de año, una serie de actos llenos de cinismo político, conocidos con el nombre de precampaña electoral, que se permitirá franquear todas las fronteras de la verdad, y solo va a existir una verdad que es la de esa clase que se autodenomina indiscutible y, a su vez, salvadores de lo que ha venido a llamarse crisis económica, y que yo siempre entendí que ha sido una crisis sistémica, muy bien utilizada por el capital, para hacer caja y de paso avasallar y someter a la clase trabajadora. No ya quitándoles el empleo y, por tanto, el salario, sino además, humillándoles y desprotegiéndoles de los logros sociales y políticos alcanzados tras largos periodos de lucha y constancia en la reivindicación sindical y colectiva. Lo preocupante es que si volviéramos al pasado no sería el mismo que vivimos, pues él ha cambiado y nosotros ya somos otros. Hay que mirar muy seriamente al futuro con mucho coraje y llenarnos de valentía y valor para cambiarlo todo de nuevo, y no atender los cantos de sirena de estos cínicos, disfrazados de amabilidad pero siendo, como son, los mismos mentirosos compulsivos, que volverán a presentarse ante nosotros, tan desvergonzadamente y sinvergüenzas como siempre lo han hecho. Os relataré una anécdota de Rómulo Bethencourt que contó en el trascurso de una comida en el norteño pueblo de La Orotava. Dijo que cuando fue elegido presidente, en la primera etapa democrática -pues fue designado anteriormente presidente de un gobierno transitorio como consecuencia de un golpe de Estado, que revindicaba la elección de presidente por sufragio libre y directo-, se le acercó un compadre y le pidió ayuda económica para poder pagar unas planchas (dentadura postiza). A lo que Rómulo le preguntó: “¿Cuánto cuesta eso?”. El compadre le manifestó que lo desconocía y el presidente, de buena fe, le dio un cheque firmado y le dijo: “Que el odontólogo le ponga el importe”. Pero el compadre se puso sus planchas y al cheque le añadió bastante más, lo cobró y a vivir que son dos días. Tras el periodo de Gobierno, Rómulo se presentó de nuevo a las elecciones y ganó. En la fiesta postelectoral apareció el compadre y Rómulo, al verlo, se le acercó y le espetó: “¿No vendrás a pedirme nada? Pues hace unos años me diste una buena chascada (mordida) sin planchas, que casi me mancas. Y si me la dieras ahora, con ellas puestas, ¡imagínate!”. A don Mariano en estos años de su gobierno y en su etapa de la oposición no le he oído una sola verdad. Usted oculta hasta su realidad y no es que tenga que contar sus intimidades, hasta me parece bien que las obvie, pero cuando se dirija a nosotros a través del plasma, díganos la verdad de lo que pasa en la nación y no la que le dicta la Troika que, en el fondo, es más de lo mismo. O, si se me permite, miente descaradamente, no dice verdad. Si antes mintió para llegar a la Moncloa, teniéndolo fácil, ahora que las encuestas no le son favorables, hasta dónde estará dispuesto a llegar… Presidente, no sea usted igual al compadre del señor Bethencourt, pues la sociedad española no le va a tolerar y mucho menos aguantarle en el puesto que hoy ostenta, para gloria de Merkel y de esa Unión Europea del norte, que ha venido a por el sur. Actúa humillando a los pueblos e hipotecando a sus ciudadanos, requiriendo pagos superiores a sus posibilidades, dejando sin resuello y abandonados a su suerte a esas personas, que tras llevarles sus ahorros, ahora les quieren embargar todo su patrimonio. Parte de su historia, que es la nuestra y también nuestra cultura. Si miramos lo ocurrido en Grecia estos días, pronto nos puede ocurrir a nosotros, pues el capital es insaciable.