nombre y apellido

Manuel Henríquez

En la Bajada de 1990, por iniciativa de su director Valentín Díaz, Televisión Española dedicó una amplia y cuidada programación especial, extendida a lo largo de las semanas Chica y Grande donde, junto a las informaciones puntuales y las transmisiones de los números centrales, estrenamos una amplia producción de documentales sobre naturaleza y cultura y entrevistas y coloquios con personalidades insulares. En este capítulo, el abogado y escritor Manuel Henríquez Pérez (1923-1993) hizo un sabroso resumen de la cotidianidad de su pueblo natal y de la ciudad alegre y aseada que se transforma y luce desde 1680, para recibir a Nuestra Señora de las Nieves. Ahora, con la lectura pausada de Notas de una vida (una biografía fundamental de Cobiella Cuevas hecha al alimón por David Sanz y Manuel Poggio y publicada en 2014), recupero las referencias y la imagen de aquel paisano menudo, atildado, inteligente, culto e irónico, melómano y musicólogo que, con Elías Santos Pinto (activo miembro de una saga musical de largo recorrido) formó un inquieto trío desde la niñez, unido por las vocaciones artísticas y el agudo sentido del humor. Mantuve con los tres una franca y admirada amistad porque, antes y ahora, me resultan indispensables para entender el microcosmos palmero, especialmente en los ciclos lustrales. La relación con Manolo se refrescaba en los veranos, durante las vacaciones de su residencia catalana, y crecía con las menciones continuas de Luis en las charlas sin prisa, frente al mar urbano que se divisa desde San José, o en el sosiego rural de La Dehesa y El Llanito. Fue un brillante articulista de prensa y un investigador feliz que, en los lejanos años setenta, indagó sobre la ópera y los coros isleños y descubrió el documento musical más antiguo de cuantos se conservan de la Bajada: una Loa a la Virgen de Las Nieves, escrita por Antonio Ripa (1718-1795), organista de las Descalzas Reales de Madrid y maestro de capilla de la Catedral de Sevilla, cuya vena barroca y policoral tuvo amplia difusión en España y los virreinatos americanos. Pero acaso su faceta más recordada y celebrada fue la de letrista de la Danza de los Enanos; en la isla, Mollet y Barcelona recibió los encargos del ayuntamiento capitalino, ideó los motivos y atuendos de cada lustro y compuso los octosílabos -en su mayoría en rima asonante- que entraron con pleno derecho en el imaginario popular.