el dardo

Soluciones

La Comisión Europea, la Eurozona, el Banco Central Europeo y Grecia necesitan encontrar hoy un punto de equilibrio que salve los intereses de todos; una salida que no ponga en juego la dignidad de nadie pero que reafirme los principios y las normas por las que se conducen la UE y el Fondo Monetario Internacional. Tanto el Eurogrupo como, sobre todo, la cumbre de jefes de Estado y/o de Gobierno tienen ante sí un reto que determinará el futuro de la Unión y, desde luego, el de Grecia. Bastaría con que el BCE cierre el grifo del mecanismo de asistencia que inyecta liquidez a la banca y al sistema financiero en su conjunto para que el país heleno se asfixie y ni siquiera pueda mantener el corralito, ni pagar pensiones y sueldos a los funcionarios. Pero no se trata de precipitar la suspensión de pagos griega, sino de salvar su economía y consolidar el euro. El no del referéndum-trampa, lejos de otorgar a Atenas ventajas añadidas, incrementa riesgos y desconfianzas en un suma y sigue iniciado en enero, con la llegada al poder de Tsipras y un conglomerado de partidos ultranacionalistas y radicales de extrema izquierda y extrema derecha unidos en extraña mezcolanza. El referéndum representa más que un desafío; viene a ser la expresión de un populismo desafiante, desmedido, frívolo y faltón, que cuestiona por sistema el funcionamiento de las instituciones y se agarra a cualquier salida para tratar de cambiarlo todo bajo el falso pretexto de conquistar mayores cotas democráticas. Cabe esperar que Bruselas y Francfort reaccionen con habilidad, prudencia y cautela, aunque con segura firmeza y unidad. Tsipras tiene que comprobar que por su órdago Grecia va a tener que pagar un precio muy alto. Y que, ayudas humanitarias aparte, tendrá que partir de cero, presentar una propuesta aceptable -con sacrificios forzosos para su pueblo y cambios estructurales de calado en la vida económica- si quiere cobrar el tercer rescate y recibir mejoras en la renegociación de la deuda y en plazos de vencimiento, así como, más adelante, en su eventual quita parcial. Eso, o la bancarrota. Tsipras no tiene elección. Frente a la dignidad de los griegos, la del resto de los europeos. Y a cambio de solidaridad y más ayudas, compromisos creíbles y reformas según las reglas prefijadas.