sobre el volcán

El paso de un agosto algo extraño

Agosto termina y da la sensación de que pocos se han ido de vacaciones. La mayoría de los políticos locales de La Palma, este año, no han querido ausentarse durante este mes en el que la Administración pública entra en una especie de hibernación por la ausencia de muchos funcionarios. Las elecciones fueron en mayo y casi sin tiempo para hacerse cargo de las nuevas responsabilidades, se vino encima la celebración de las Fiestas Lustrales, que altera la vida del conjunto de la isla de La Palma durante más de un mes. Así que prácticamente no les había permitido tomar contacto con la normalidad de la gestión y los compromisos públicos. Quizá por esta razón han tenido que aprovechar agosto para poner en orden los despachos y la agenda. Un agosto que también ha sido extraño por el tiempo. Demasiado otoñal. Una circunstancia, que pese a que ha contrariado a los amantes de la playa, sin embargo, ha aliviado en algo la sed que sufren los campos palmeros y nos ha hecho olvidar por un tiempo, sin bajar la guardia, por supuesto, los tan temidos incendios forestales, que tienen en esta época del año su aliado. Han sido, por el contrario, protagonistas este verano los brigadistas que trabajan en las labores de extinción de incendios forestales y en su prevención. Los trabajadores de las Brigadas de Refuerzos de los Incendios Forestales (BRIF) mantienen una lucha laboral, justa a todas luces. Personal que se juega la vida en actuaciones tan difíciles y que reciben a cambio un salario raquítico, y que tienen, añadido, un futuro laboral muy incierto cuando llegue el momento en que las condiciones físicas no le acompañen para desempeñar una tarea que supone tanto riesgo. Tienen su sede en Canarias en Puntagorda y muchos de los trabajadores son de La Palma. Parece el signo de los tiempos elegir entre estar en el desempleo o trabajar con una nómina que no da para llegar a mitad de mes. España tiene el honor de figurar entre los tres países europeos que tiene un mayor porcentaje de esta nueva clase social bautizada como trabajadores pobres. Con este panorama es normal que los agostos ya no sean igual que antes, que las nubes tapen el sol y que nadie, ni siquiera los políticos, quiera ausentarse el octavo mes del año. Nadie sabe qué podrá pasar mañana.