Chasogo

Barrancos (II) – Por Luis Espinosa García*

Bien mirado, no parece un infierno. A mí no me parece un infierno. ¡Ya quisiera el infierno ese de que hablan los libros sagrados ser tan bello, apacible e hipnótico como al que hacemos aquí referencia! Aludimos a un barranco, a uno de los muchos que en esta isla de Tenerife llaman “del Infierno” y que acaba su viaje prácticamente a la altura de Adeje. Este es, por antonomasia, el Barranco del Infierno.
Una de las primeras veces que lo visité llevaba a mi hija mayor, que entonces debía tener unos siete u ocho años de edad. La niña, al contemplar uno de los remansos del riachuelo entre frondosa vegetación, pajarillos y charcos cubiertos de verde vegetación, exclamó: “¡Papá, papá; esto es como en los cuentos de hadas!”.

Nos podíamos duchar bajo las pequeñas pero densas cascadas que venían, lógicamente, de lo alto. Las laderas eran abruptas e, incluso, a veces, difíciles de transitar. Los caminos, el camino, se acomodaban a la orografía del terreno en curvas sinuosas y, en ocasiones, casi verticales.

El tiempo se escurría entre apreciar la belleza del cauce o contemplar desde abajo los grandes paredones que se alzaban al final del recorrido, observando los pinos que, como soldaditos enanos, bien alineados, guardaban las cresterías de la cumbre. No se nos ocurría pensar que podría caer una piedra de lo alto. Aún éramos inocentones y no existían los guardas forestales, o lo que fuese, que nos indicasen “no se puede estar ahí”; “colóquense más allá”, u otros términos similares. Estábamos en la naturaleza; libres, libres…

Ahora es un barranco domesticado, los senderos tienen barandillas y muchos cartelitos que indican lo que es necesario ver y lo que no. Poca agua cae de lo alto y a la entrada -¡horror!- existe un habitáculo donde es preciso pagar la entrada…y tener reserva, como si fueses a la ópera. Suele decirse: “No se pueden colocar muros al campo”. Ja, ja.

Ni siquiera hablan de la Casa Fuerte de Adeje donde, a mitad del siglo XVI, un tal Pedro de Ponte, hijo de un genovés que financió la conquista de la Isla por los castellanos, con el permiso de la Reina Juana, esa que llamaban La Loca, construyó un solar de más de 7.000 metros cuadrados, un ingenio para obtener azúcar, un castillo para defender sus tierras y una casona para vivir, donde, posteriormente, se instaló un archivo. Podrían enseñar un poco de la pequeña historia de esta también pequeña isla. Pero no, si no tienes billete no puedes ver el barranco del Infierno a tu gusto.

Sí, es para protección del ecosistema, es para evitar que los ancianitos se escurran por algún talud, es por sí a la dama checa le da una insolación…

Todo ello, o casi todo, me refiero a la Casa Fuerte, desapareció en un incendió a principios del siglo XX. Igualmente ha desaparecido la personalidad de un barranco que merecía correr mejor suerte.

*MÉDICO Y MONTAÑERO