Ahora en serio

Ley de vida

De todas las frases bienintencionadas que en el mundo se pronuncian, hay dos por las que siento verdadera y genuina antipatía: “Hay que resignarse” y “Es ley de vida”. La segunda de ellas, precisamente, me produce unas ganas tremendas de golpear -leve y metafóricamente, eso sí- a quien la expresa, así lleve mi propia sangre, cosa que sucede las más de las veces. Es ley de vida, dicen. Si algo me ha enseñado la vida, precisamente, es que tiene un catálogo de numerosas y absurdas leyes propias que, siempre a su conveniencia, hace cumplir y va cambiando según le place.

Luego, no me pidan que acepte como inmutable que, solo porque la vida quiere y esa es su ley yo debo conformarme con lo que venga.

Que mi padre fallezca con muchas cosas aun por hacer, por ejemplo, verme publicar una novela y ganar dinero con ello, es ley de vida. Que haya estado quince años de su vida preso en una cruel enfermedad degenerativa que le quitó todo y no, lo siento, no nos ha enseñado nada bonito, es ley de vida, parece. Que mi madre perdiera a su compañero, la única persona de su familia que no le ha sido impuesta, que ha elegido voluntariamente para estar a su lado, con solo 55 años y lo haya vuelto a perder ahora, es ley de vida. Debe ser ley de vida también que hayamos perdido el sueño y, en algunos momentos, la fe en el ser humano. Que seamos aún incapaces de dormir con el teléfono apagado, por si acaso, y las salas de espera de los hospitales nos produzcan pánico. Que cuando tocan a la puerta pensemos que no es nunca para nada bueno. Que nos hayamos convertido en insomnes intermitentes o crónicas. Que tengamos asumido que seis meses de tranquilidad es algo que solo está permitido a los más afortunados mortales.

Quiero pensar que quienes nos miran y suspiran, beatíficos, diciéndonos con los ojos que no nos quejemos mucho, que es ley de vida lo que nos pasa, lo que nos viene pasando, a su vez han sido aleccionados por otros filósofos modernos seguidores, tal vez, de Paulo Coelho, que han desplegado ante ellos su catálogo de frases entre las que “es ley de vida” destaca por su sencillez y versatilidad. Qué excelso comodín. Qué hallazgo paremiológico. Qué condensación de sabiduría popular. Ley de vida. Según el diccionario de la RAE, la ley (del latín lex, legis) es “una regla y norma constante e invariable de las cosas, nacida de la causa primera o de las cualidades y condiciones de las mismas” y también es “una norma jurídica dictada por el legislador, es decir, un precepto establecido por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia cuyo incumplimiento conlleva a una sanción”.

Así que me ando preguntando desde hace una semana qué sanción piensa imponerme la vida si reniego, con todas mis fuerzas, de su ley, y cómo va a tener la poca vergüenza de exigirme que no me salga de su norma invariable cuando ella se dedica a hacer putadas de manera indiscriminada y sin ponerle mucho asunto al descalabro que ocasiona.

Por otra parte, y en la misma línea cáustica con la que he empezado, estoy abierta a todo tipo de sugerencias y explicaciones porque tengo real y sincera curiosidad por saber qué cosas engloba, para esa gente valedora de la frasecita, la “ley de vida”. ¿Perder a los padres es ley de vida, aunque sean jóvenes, solo porque son padres? ¿Las enfermedades, en general, son ley de vida o solo lo son algunas? ¿Tiene grados la ley de vida? ¿Es más ley de vida perder a alguien de repente o solo si lo pierdes tras un enorme sufrimiento se aplica la ley de vida? ¿Tiene algo que ver la ley de vida con el fracaso de las dietas?

Sé que me estoy labrando una oscura reputación de desagradecida y mala persona entre los defensores de la expresión condolente. Tal vez piensen que es la impotencia o la rabia quien habla por mí y no van desencaminados. Quizá a partir de hoy estaré vetada en duelos ajenos y, lo que es mejor, en bautizos, comuniones y bodas. No me extraña. Entre que no me he casado, odio la navidad y nunca acudo a eso de las fechas señaladas, no debo estar entre los elementos más populares de mi clan. Voy perdiendo enteros a medida que se acerca el final de este artículo y, consciente de ello, asumo el ostracismo al que se me quiera someter de estas letras en adelante.

A lo que no me resigno -verbo igualmente odioso- es a que la vida llegue, haga lo que le plazca y se vaya de rositas. Es más, tengo un refrán para ella: hecha la ley, hecha la trampa.

@anamartincoello