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Qué bonito país

1. Este es un país en el que un investigador pasa por verdaderas penurias para realizar su trabajo y una analfabeta funcional llamada Belén Esteban gana fortunas en la televisión. Este es un bonito país, en el que el yerno de los Tous mata a un ladrón que entró en su casa a robar, y posiblemente a hacerlo con violencia, y tiene que pagarle 300.000 euros a la familia del muerto y aceptar dos años de cárcel por haber dado muerte a un delincuente. En los Estados Unidos y en otros países, tener la desgracia de matar a un ladrón en las mismas circunstancias no es delito. Es defensa propia. Yo tenía un amigo en Güímar, que ya murió, que le metió un perdigonazo a un hombre que entró a robar a su casa y que llevaba un cuchillo en la mano (no precisamente para partir chorizo); mi amigo, asustado, disparó su escopeta de perdigones y alcanzó en el culo al delincuente. Se pasó una noche en la cárcel y tuvo que pagar las curas del tipo herido; le costó una fortuna, ¿Hay que dejarse matar en este país antes de defenderse? La ley dice que tiene que haber proporcionalidad entre el arma del atacante y la del que se defiende. ¿Y cómo la calculamos, sobre la marcha? ¿Quiénes son los ponentes de esos códigos?

2. España, con estos presupuestos morales, nunca saldrá adelante. En Estados Unidos la casa de uno es su reino. Quien penetra en ella de manera violenta puede ser recibido a balazos. Porque en las casas hay personas: esposas, niños, que corren riesgos. ¿Quién tiene derecho a entrar a robar y ser recibido con un bocadillo de jamón serrano y una cerveza? Aquí somos más papistas que el papa. Yo no soy partidario de la violencia ante la agresión, sino que apelo al derecho a la defensa. Un ladrón dentro de una vivienda es un individuo peligroso y en España entran en ocasiones por una puerta de los juzgados y salen por la otra, merced a leyes que se llaman progresistas y que son una mierda de leyes. Que parece que protegen al delincuente. Se puede ser progresista sin ser idiota.

3. Jueces y fiscales interpretan las normas, a veces de manera incomprensible, pero ellos no son los culpables de nada. Son las normas las que hay que cambiar. No se puede programar una legislación que parece proteger más al delincuente que a la persona decente.
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