tribuna

El rival interior del deportista – Por Juan Ramón Álvarez

En realidad, se trata de un juego engañoso al que le somete la mente y que se instala en las esferas cognitiva y emocional del deportista, como un cóctel de elementos tóxicos alimentado por la propia persona, que indudablemente le aleja de su objetivo vital. No es de extrañar que en el deporte élite se atienda como principal objetivo al máximo rendimiento. Tal es así, que cada vez y con mayor insistencia, se les exige a los atletas que estén preparados a gran nivel competitivo, rayando el límite de sus posibilidades. Ya, en sí, es una situación que está determinada por un esfuerzo continuo, por un entrenamiento óptimo, por el respeto de las lesiones, por una vida entregada al deporte, por un estado de ánimo positivo, por una emocionalidad equilibrada, por una motivación perseverante dirigida al logro y de una enorme fortaleza mental, entre otras variables.

Es justamente en este apartado, el de la fortaleza mental, donde conviene entender el universo interior del deportista y sus estilos de afrontamiento ante la competición, sobre todo, cuando éste se suma a sí mismo más “rivales” de los que ya se encuentra en la propia contienda o prueba. En este sentido, hablamos de todos los deportes y, en especial, de las disciplinas que suponen una condición de oposición o de oposición-cooperación, tanto en el ámbito individual como en el colectivo.

Estos “rivales interiores”, a los que hacemos referencia y a los que se aferran consciente o inconscientemente muchos deportistas, se definen como: exceso de responsabilidad; deseos de agradar por encima de todo; necesidad imperiosa por el resultado o la clasificación; miedo al fracaso y a no cometer errores; exagerada atención al público, afición y medios de comunicación; no creencia en las propias capacidades, distracciones producidas por las decisiones arbitrales y las conductas del contrario; imponerse metas más elevadas de las que se pueden razonablemente conseguir; temor a perder el puesto y a la evaluación del entrenador; preocupaciones de índole personal o familiar, creencias de la superioridad o debilidad del oponente, etc.

En realidad, se trata de un juego engañoso al que le somete la mente y que se instala en las esferas cognitiva y emocional del deportista, como un cóctel de elementos tóxicos alimentado por la propia persona, que indudablemente le aleja de su objetivo vital: la atención y concentración en el aquí y en el ahora de cada acción inherente a la competición, el reto que aparece momento a momento, la secuencia tras secuencia en el juego, y toda la lectura táctica que se debe tener presente ante la toma de decisiones. Al deportista de élite se le recomienda que entrene todas las parcelas que afectan a su rendimiento, entre ellas, el apartado mental. Con este planteamiento se acercará cada vez más a las sensaciones de fluir y de disfrutar con el esfuerzo durante el desafío competitivo. Lo que le permitirá estar más ajeno a cualquier distractor, o en consecuencia, evitar añadir a su mente más “rivales interiores” que interfieran negativamente en la consecución de sus objetivos.

Con un trabajo continuado en el apartado mental ofrecido por la Psicología Deportiva, el atleta puede vencer a su poderoso “rival interior”, como premisa indispensable para limpiar la mente de “ruido tóxico”, que le permitirá rendir al máximo de sus competencias, de tener mayores garantías de éxito y de superar al contrincante real en la propia competición.

*Psicólogo y ‘coach’ deportivo