acabo de llegar

Siguen mis dudas gramaticales – Por Carlos Acosta García

Va a ser esta la tercera vez que entro en la lectura del libro Lección pasada de moda, nacido en la mente de Javier Marías, académico de la Española. Se trata de la segunda edición del libro, dada a conocer solo tres meses después de la primera (enero y abril de 2012), lo que pone de manifiesto el agrado y la satisfacción con que fue recibido el libro cuando llegó a los lectores en la primera ocasión. Leí con sumo interés las páginas del libro las dos veces que lo tuve en mis manos. A pesar de todo, hoy, en mi nuevo intento, encuentro detalles que, lamentablemente, se me escaparon en aquellas horas pasadas. Detalles gramaticales, se entiende, que nos hacía llegar Javier Marías con sencillez y claridad, sin que ello significara que no profundizara en las cuestiones expuestas sobre las increíbles frases ajenas, que se nos ofrecían llenas de deslices, equivocaciones, interpretaciones erróneas… Pero yo quiero ocuparme de otros errores, sin que mi pretensión sea poner en tela de juicio la opinión del notable académico. De todos modos, bueno será decir que, en otras ocasiones, encontré deslices en frases de otros académicos. Recuerdo ahora la ocasión en que el señor Cela, también miembro de la RAE además de premio Nobel de Literatura, escribió andara en lugar de anduviera. Pero se me está escapando el hilo. Yo voy a comentar situaciones que atañen al señor Marías. Para ello necesito entrar en las páginas 94-96 y 97. La primera de las frases que he copiado (pág. 94) dice así: “Se llaman falsos amigos a las palabras que (…) inducen a un error, haciendo creer a los hablantes…”.

No voy a entrar en el contenido del pequeño fragmento, sino a esto de llamar “falsos amigos a las palabras…”. No me atrevo a decir que el señor Marías ha errado. Pero sí quiero decir que yo suprimiría la preposición a, dejando el verbo llamar en plural. O también podría dejar quietecita a la preposición citada, pero con el verbo en singular. Debe ser que mi deseo de diferenciar las oraciones impersonales de las pasivas reflejas sigue siendo un inútil empeño que no lleva a ninguna parte Que me perdone el famoso académico si no estoy en lo cierto. Paso a la página 96. Allí escribe don Javier lo siguiente: “Me temo que podría seguir así varias semanas (y no lo descarto si se me solicitare”). Cuando leí la frase pensé en un error del académico porque me pareció que, en lugar de solicitare debió escribirse solicitara. Tremendo error por mi parte porque el autor habla de una cosa que no ha ocurrido, pero que puede llegar en cualquier momento. O sea, habla en futuro. Y da la casualidad de que el futuro imperfecto de subjuntivo del verbo solicitar es solicitare porque solicitara es pretérito imperfecto, también de subjuntivo. Perdóneme, don Javier. Reconozco que muchas veces soy un tanto atrevido. Me falta otro detallito. Dice el señor Marías: “… y en el fondo quisiera verme arrestado por mis ofensas y, con gran desgracia para mi carácter, arrastrado hacia la corte que sin duda me convictaría. Sin proponérmelo pienso en el verbo convictar. Pero este maestro de escuela garachiquense, jubilado ya hace tiempo, después de consultar media docena de diccionarios y no sé cuántas enciclopedias, no tuvo la suerte de encontrar tal verbo. Encontré las palabras convicción (sustantivo), convicto (adjetivo), persuasión (sustantivo)… Pero nada del verbo convictar. Ni el DRAE lo acoge en su seno. Finalizo dejando constancia de que no ha variado un ápice mi admiración de tantos años por Javier Marías, del que pienso seguir aprendiendo a través de sus obras.