cuestión de grises

Silencios – Por Indra Kishinchand

Siempre quise ser periodista. Así quedaría bien, pero mentiría, y entonces parecería no solo que no estudié Periodismo, sino que ni siquiera creo en él. Nunca me planteé el periodismo como profesión hasta que me di cuenta de que nadie daba dinero a cambio de aprender. Empecé a buscar en los recuerdos para ser capaz de construir un futuro y entendí que tenía que estar cerca del mundo, que había cosas que no me gustaban y que quería cambiar, que adoraba escuchar lo que otros tenían que decir, y que la mayoría de las veces nadie se paraba a admirar la honestidad. De este modo también comprendí que las mejores cosas de la vida son las que no se esperan. Las que no se buscan con desesperación sino con sosiego, las que te eligen en el momento justo porque llevas toda una vida preparando el terreno para que sucedan. Aunque ellas no lo sepan. No encuentro mejores palabras que las de Gervasio Sánchez durante la Conferencia Inaugural del Curso Académico 2015-2016 en la Facultad de Comunicación de Sevilla para expresar la realidad de una profesión que se escapa a los límites de quien no la ha sentido; por eso, no las voy a buscar. El fotoperiodista aseguraba: “No sé quién sería si no hubiese sido periodista. Quizá sería más feliz, tendría más tiempo libre para dedicárselo a mi familia o para perderlo en situaciones insulsas. Pero no sería mejor persona. Creo que el periodismo me ha convertido en más solidario, más crítico, menos dogmático, menos cínico”. Y es por eso que a día de hoy aún se me escapan algunas realidades. Ignoro el día en el que el periodismo intentó convertirse en un panfleto, en propaganda, en mentira. Comprendo los motivos que llevan a muchos ciudadanos a pensar que los periodistas no somos más que réplicas de lo que otros quieren que digamos. Quizás por eso me gustaría recordarles y recordarnos que esta profesión es, ante todo, compromiso. También con el silencio.