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Caca en el monumento

1. Cree el Cabildo que derribando el monolito de Las Raíces se borra la historia. No. El monumento tenía que ser derribado porque se había convertido en un cagadero, no porque conmemore una gesta dudosa, inmortalizada en unos carísimos sellos de Correos. Franco se reunió allí con los jefes a su mando, a comer carne de cochino, en las vísperas de su alzamiento militar, que de glorioso no tuvo otra cosa que acabar con los asesinatos de las hordas republicanas para empezar a matar en nombre de la derecha. Aquello fue una masacre infame por parte de un bando y de otro. El monumento se había convertido en un cagadero, no sólo porque los parroquianos quisieran cagarse en el general, que también, sino porque el lugar está azocadito para deponer, cuando sobreviene el apretón y uno realiza una parada campestre. El Cabildo ha hecho bien en meter la pala, pero las palas no ponen una venda a la historia. La historia es la que es y Las Raíces está en ella, aunque sin exagerar. Franco salió de aquí a iniciar la guerra y su régimen, que iba a durar un par de años y resulta que llegó a los 39.

2. El monolito de Las Raíces era, literalmente, una mierda, no por lo que conmemoraba -que hay opiniones para todos los gustos, que yo respeto- sino porque allí iba a cagar y a mear todo el mundo, no sé si porque el aspecto fálico del engendro animaba al onanismo o qué. La simbología es bueno respetarla, aunque lo que sugiera no nos guste. Allí se alzó aquello en conmemoración de lo que algunos salvapatrias creen que fue glorioso y así bautizaron a un vulgar golpe de Estado del que yo he escrito más que nadie, pues incluso mi tesis doctoral versó sobre el levantamiento y la prensa. Pero la izquierda que asesinó a Calvo Sotelo y provocó la guerra civil no era precisamente una legión de angelitos.

3. En fin, que Las Raíces ha pasado a la historia, ahora sin monumento, sin retrete apócrifo y recoleto. El Cabildo mandó la pala a las siete de la mañana, para evitar que algún nostálgico se trasladara allí a impedir el derribo. Lo de la memoria histórica es una gilipollez. Quien quiera recordar a los muertos de uno y otro bando, que lo haga. Para eso no hacen falta monumentos, ni estatuas ecuestres, ni lápidas en las calles, sino rezar.