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La envidia

1. De todos los pecados capitales que martirizan y asolan a la sociedad, la envidia se lleva la palma. Y la incomprensión. Y la mala leche. Los últimos no están catalogados como capitales, pero se podrían añadir perfectamente al catecismo. Caminando estos días por el bello paseo marítimo de Gijón pensaba que nosotros pudimos tener uno idéntico en Las Teresitas, si los empresarios propietarios de la playa no hubieran cometido el error de vendérsela al Ayuntamiento de Santa Cruz. Quiero decir que ellos tenían el frente de playa y una sentencia del Tribunal Supremo que les concedía una volumetría fantástica, como para construir docenas de edificios de una altura considerable; para que arquitectos de fama internacional pudieran demostrar su imaginación fabricando una nueva ciudad. Pero cometieron la tontería de vender el frente de playa al Ayuntamiento, lo que dio pábulo a la oposición para hacer machuca y limpia a la operación: por causa de la envidia, de la mala leche y de las ganas de joder de algunos personajes.

2. Los mismos que son responsables de que Santa Cruz se haya quedado sin playa; de que se produjera un proceso judicial que ha retrasado veinte años el desarrollo de la ciudad y de que Santa Cruz viviera con estupor el recorrido interminable de una denuncia que parece que no se va a sustanciar nunca. Los denunciantes buscaban un cohecho que nunca existió, se han quedado con delitos menores de prevaricación y malversación (malversación puede ser casi cualquier cosa y prevaricar es dictar, a sabiendas, una resolución injusta). Lo que hizo Garzón, por ejemplo.

3. La envidia, terrible pecado capital que lo destruye todo, hizo que Las Teresitas siga siendo un erial, que el proceso interminable haya costado probablemente millones de euros por todos los conceptos y que la playa nunca será la playa de Santa Cruz -fíjense en Las Canteras- y el urbanismo de la zona no existirá jamás. Paseando por Gijón me di cuenta de que somos imbéciles, de que con estos denunciantes profesionales no iremos a ninguna parte y de que lo que no destruye la Naturaleza lo destruye el hombre con su envidia. Y así nos va. Vivimos en un país de mierda. ¿O no?