sobre el volcán

Ni tan nueva, ni tan vieja política

A estas alturas empieza a ser ya un poco cansina esa visión maniquea de la nueva y la vieja política, como si hubiera mucho más que una simple diferencia generacional entre quienes se han autoproclamado líderes en España de una presunta regeneración democrática, que tiene más que ver con una política del espectáculo servida en los platós de televisión, que con un auténtico programa para sacar al país adelante en uno de los momentos más críticos que ha atravesado en democracia, frente a los dos partidos que han gobernado en alternancia España. La única seña de identidad que muestran para identificarse como modelos de esa nueva política es que llevan una “mochila vacía”. Tan vacía que incluso huyen de cualquier signo de identidad ideológica y que solo dejan entrever con determinadas poses y rituales, pero que no quieren definir para no alterar sus excelentes expectativas electorales. La vida no es así y las mochilas que de verdad han caminado, se han expuesto a la intemperie, se la han jugado, están rotas y llenas a la vez de aciertos y de errores. También tienen suciedad, es verdad, algunas veces tanta que apestan. Pero una mochila vacía no garantiza un origen limpio tampoco. Es un principio de responsabilidad y no de puro vacío el que requiere la política. Hacen falta mochilas limpias, es verdad, pero cargadas de iniciativas contrastadas, serias, coherentes, aunque estén rasgadas y arrugadas por el paso del tiempo.

El movimiento no hace esperar grandes cambios. Es curioso que los dirigentes de esta autoconsagrada nueva política criticaran el careo entre Rajoy y Sánchez, y, sin embargo, participaran sin complejo en un debate donde se excluía a fuerzas como IU o UPyD, que sí tienen representación en el Congreso de los Diputados. Parece claro dónde ponen la vara de medir de la participación. Es cierto que la irrupción de estas dos fuerzas, Podemos y Ciudadanos, ha sido un tónico para remover determinadas estructuras y hábitos que estaban haciendo un daño atroz a la democracia. Pero de ahí a considerarse salvadores de la patria, va un trecho muy importante. Porque, aunque pueda parecerle mentira a los dirigentes de estos dos partidos, en España, con esa supuesta vieja política, ha habido democracia, libertad, justicia y un equilibrio territorial nada difícil de conseguir en un país tan plural. Ese sentido rupturista de la historia que chorrean expresiones de Pablo Iglesias como “gracias 1978, hola 2016”, no hacen sino confirmar un relato mesiánico de este nuevo profeta de la política española. Imagino que al contrario que Kant, de quien reconoció no haber leído su obra, Iglesias sí habrá ojeado a Marx, que comenzaba su obra el 18 brumario de Luis Bonaparte del siguiente modo: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como tragedia y la segunda como farsa”. Estamos todavía, por mucho que algunos crean que ya lo hemos superado, en medio de una gran tragedia social en nuestro país. Espero que lo que traiga la nueva política no sea una gran farsa.