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Teresa de Jesús

Dentro de la conmemoración del V Centenario de la Santa de Ávila (1515-1582) destaca una exposición titulada con una frase de la fundadora de las carmelitas descalzas -Nada temas, dice ella, cuando el arte revela verdades místicas- y montada en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid que, por primera vez, ocupa sus tres edificios renacentistas con una sola actividad. Curtida en las bienales de Venecia y Estambul, Rosa Martínez seleccionó una veintena de artistas contemporáneos que, unidos por el hálito común de la espiritualidad y el misterio, conectan con la rica personalidad de la religiosa abulense, en la cumbre de las letras españolas del Siglo de Oro y primera Doctora de la Iglesia (1970) por la irreductible voluntad de Pablo VI, que ya la había nombrado Patrona de los prosistas hispanos, frente a las reticencias de la curia, en reconocimiento de su erudición y su ejemplo vital para la fe cristiana. Bajo la inspiración de la pasional y enérgica castellana, se muestran desde los dibujos automáticos de la médium catalana Josefa Tolrá (1880-1959) y las fijaciones arácnidas de la francesa Louise Bourgeois (1911-2010) a la simbología airada de la jienense Cristina Luca; la performance de la serbia Marina Abramovic, las señas raciales de Pilar Albarracín, las instalaciones de la pakistaní Anila Quayyum, que traducen las geometrías islámicas, y las propuestas de la brasileña Rivane Neuenschwander y la catalana Eulalia Valldosera; desde la volumetría y penetrabilidad de las esculturas del hindú Anish Kapoor, a las relaciones de espacios remotos y presentes de Wagas Khan, las ofertas entre la tradición y la subversión técnica del chino Cai Guo Qiang y las conceptuales de Dora García; desde las sugestiones multidisciplinares del norteamericano Bruce Nauman y las imágenes en movimiento de la coreana Kimsooja, a los dibujos y solventes impresos del griego Nikos Navridis, las delicadas fotografías de José Ramón Ais, los rodajes del lituano Egle Rakauskaite, los itinerarios urbanos del belga Francis Alys, los vídeos de Bill Viola y la gran pintura de Miquel Barceló y Soledad Sevilla.

Como piezas exentas, creadas especialmente para el evento y/o en curiosa convivencia con los ambientes históricos y estéticos de los tres edificios renacentistas y sus magníficos fondos, la iniciativa contribuye a actualizar una efeméride y a su protagonista y a recordar que los propósitos y pulsiones del pensamiento y el arte no tienen edad, sólo estilos y modos, circunstancias y accesorios que lo adjetivan sin torcer su rumbo. Para mí, sin duda, el mejor homenaje a una personalidad singular.