nombre y apellido

José Solana

Gutiérrez-Solana y Gutiérrez-Solana (1886-1945) trajo al movido siglo XX el aura sombrío que pesa sobre la nación y apareció, y aparece, tras puertas nobles y populares, en sitios ricos y miserables, en ámbitos urbanos, donde campan truhanes y supervivientes, y en poblachos sin edad ubicados más allá de las rayas amarillas de las carreteras. Este espíritu triste nació en el reinado de Felipe II y cuajó plenamente con los Austrias menores, bajo el integrismo católico y la superchería, con reyes pasmados, validos ladrones, iluminados y farsantes. Su reflejo plástico apareció en el Españoleto, Valdés Leal y Carducho y, tras un ciclo mediocre y seguidista, alcanzó a Francisco de Goya, el genio que se topó con los peores Borbones -sin otra meta o interés que el sostén del absolutismo- y narró con brocha gruesa las tragedias nacionales ocurridas y, por el poder profético del arte, por ocurrir. Burgués acomodado, viajero por Castilla, la cornisa cantábrica y la península campesina, estudió en la Academia de San Fernando fue habitual en las tertulias de los cafés Nuevo Levante y Pombo (liderada la segunda por Ramón Gómez de la Serna) y frecuentó la compañía de los literatos Valle Inclán, Manuel Abril, Mauricio Bacarise, Tomás Borrás, José Bergamín y el venezolano Pedro Emilio Coll; los pintores Romero de Torres, Ignacio Zuloaga, Ricardo Baroja, Francisco Iturrino, Anselmo Miguel Nieto, los hermanos Valentín y Ramón Zubiarre, y los historietistas José Cabrero y Salvador Bartolozzi. Tuvo tiempo y fuerza para contar con prosa rotunda escenas, costumbres, el callejero madrileño y sus opiniones castellanas, para definir la ‘España Negra’ y alumbrar la excelente novela Florencio Cornejo; para cumplir su pasión taurina como banderillero en la cuadrilla de Bombé; para gozar en burdeles madrileños y provincianos, husmear en rastros y almonedas, hospitales y cementerios y para acudir asiduamente al cinematógrafo. Lejos del academicismo y las vanguardias desarrolló un estilo severo y seguro, tanto en sus óleos de gran densidad cromática como en los grabados -aguafuertes, aguatintas y punta seca- en los que, con los mínimos trazos, creó una galería de mendigos y pícaros atemporales, busconas, celestinas, viandantes sin oficio ni destino y acres visiones de costumbrismo crítico donde habitan rumbos goyescos, pioneros del expresionismo figurativo con el que el aragonés y el culto madrileño sintetizaron la historia patria. Su mejor producción gráfica -compuesta por treinta y dos piezas, incluidas cuatro litografías- se expone hasta el próximo febrero en la sede lagunera de la Fundación Mapfre Guanarteme.